Elliot.

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No pudo aguantarlo. Intentaba llegar a casa lo antes posible. Elliot se relamió los labios. El sabor amargo de la sangre se juntaba con el de las lágrimas.

Su respiración agitada hacia que a penas se viese el vaho que provocaba el frío.

Sacó el billete del autobús y esperó a ver un mísero faro de un automóvil entre toda la niebla.

Las manos se le congelaban, y empezaba a tiritar. Había corrido tanto que con el sudor no se había percatado de que hacía frío. Su respiración se entrecortaba.

Se sentó en el suelo y se aferró más a él mismo, a su fino abrigo y al billete.

Cerró los ojos con la intención de relajarse.

Empezó a recordar. Las lágrimas volvían a caer hasta sus labios, humedeciéndolos levemente.

Se relamió los labios de nuevo. Aún podía saborear la sangre que aquel golpe le había causado.

Se acercó la mano hasta la sien izquierda. Notaba la sangre. Aún notaba el dolor.

Aún recordaba cómo su tío se había enfadado con él. Y cómo le había golpeado con el vaso de la cocina. Se miró las manos. Tenía los cortes que le había hecho el cristal al romperse.

Llegó el autobús y paró en frente de él. Los cristales estaban empañados excepto algunos que tenían extraños dibujos.

Subió y le dio el billete al hombre.

Se sentó al final. Se frotó las manos y suspiró. El hombre que conducía volvió a parar y recogió a una anciana.

Ésta se sento dos puestos a la derecha de donde estaba Elliot.

- Joven - Dijo la anciana. Elliot la miró. - ¿Quién te ha hecho eso?

- Oh, no importa. Me he caído.

- Mira, he visto muchas heridas parecidas a esas y no son de que alguien se haya caído. - Se sentó a su lado - ¿Te duele?

- Un poco.

- Si ha sido alguien del colegio, cambia. Ve a otro instituto. Si ha sido en tu familia, pídeme ayuda.

- No, señora. No ha sido nada de eso, pero, ¿En qué me ayudaría? - La anciana rió.

- Mientes mal hijo. Simplemente, te llevaría a mi casa y te curaría esas horribles heridas. Después hablaríamos. - Hizo una pausa - Aunque ahora he de irme. Recuerdame como May. Llámame si lo necesitas.

- Mi abuela se llamaba así también - Elliot sonrió recordando cómo su abuela le curaba las heridas de pequeño y cómo le ayudaba en problemas de niño de siete años.

A sus quince, Ab había muerto. Elliot fue el que peor lo pasó. Su tío a penas sintió su muerte.

Sonrió tristemente mientras su corazón se desvanecía.

Hasta que supo que había sido ella. Entonces comenzó a buscarla por todo el autobús. No había nadie.

- ¿May? - Dijo con lágrimas. ¿Abuela May?

Elliot empezó a llorar. Si era lo que había creído no podía haberse ido. La necesitaba.

- ¡¿Abuela May?! - gritó.

- Ey, ¿Estás bien? Ésta es tu parada. - Dijo el conductor.

Elliot bajó del autobús y suspiro tres veces antes de volver a casa de su tío.

Abrió la puerta lentamente.

- Se puede saber dónde estabas - Dijo su tío.

- Había ido a dar una vuelta.

- ¿Le has contado a alguien lo de tu cara?

- No.

- ¿Seguro? Sabes que me la cargo yo y ya suficiente tengo con cuidar a un inútil hijo de puta como tú, ¿entiendes?

- No se lo he dicho a nadie - Elliot bajó la cabeza.

- Encima no me miras a la cara cuando me hablas. ¡No me mientas desgraciado! - Le empujó contra la pared y se puso en frente de él - ¡¿A quién se lo has dicho?!

- ¡A nadie lo juro!

- ¡¿A quién?! ¡Dímelo, gilipollas! - Alzó la mano y Elliot se tapó con sus manos. Su tío le tiró al suelo y le dio una patada en el estómago.

Le agarró del pelo y tiro hacia arriba.

- No te lo voy a repetir más. Y como lo tenga que hacer, te juro que te mato. ¿Me oyes? Ahora bien, dime a quién se lo has contado.

Elliot no podía hablar.

- La abuela. May - susurró.

-Está muerta. - rió - qué imbécil eres - le dio otra patada - Te crees que me chupo el dedo. - Otra más - Y lo que vas a chupar tú es.

- Basta - Dijo un policía entrando por la puerta. - Está detenido.

Los policías se llevaron al tío de Elliot a comisaría y a éste ultimo al hospital.

- Hola Elliot - Dijo una enfermera despertándole.

Le dieron el desayuno, estaba mejor que las otras veces. Llegó el policía que detuvo a su tío y le preguntó sobre él.

- ¿Tiene algún problema mental?

- No.

- ¿Qué te llamaba?

- De todo. No hay insulto que se guardara. - Elliot hizo una pausa. - Agente.

- ¿Sí?

- ¿Cómo me encontraron? Nadie los llamó.

- ¿Cómo que no? Una anciana, May, creo que era, llamó diciendo que necesitabas ayuda.

Sólo recordaba su sombra y la del paraguas aquel día de lluvia.

Elliot en realidad estaba muerto.

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⏰ Última actualización: Dec 05, 2014 ⏰

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