Feliz cumpleaños

60 8 34
                                    

Cuando escuché ese «culpable» la vida que había perdido, la libertad que se había esfumado, el valor que me arrebataron volvió. Todo volvió, al fin podía volver a ser yo y por eso las lágrimas se desataron. Lloraba por aquella niña abandonada, lloraba por la joven rechazada, lloraba por la Kennedy a la que le arrebataron su identidad, su ser, lloraba por el amor al que me había negado tanto tiempo, lloraba por Kathy, Melissa y Maisy y por todas las personas a las que había dañado Arthur.

Pero también lloraba de alegría, lloraba por la vida maravillosa que me esperaba junto al hombre de mi vida, junto a mis amigos incondicionales, mi familia y junto a mi verdadero padre, mi abuelo.

—¡Ethan te amo! —Grito y él me besa en los labios.

—¡Maldita mentirosa! —Oímos un grito y separamos nuestros labios. Arthur me está señalando, un guardia lo está sosteniendo con fuerza—. ¡Eres basura! ¡Siempre serás basura! ¡Eres una zorra y eso no cambiará!

Me acerco a Arthur lo más que me lo permiten. Lo miro bien, sus ojos grises que no me inspiraban otra cosa más que temor, ahora me parecen tan vacíos y sus gritos que solían ponerme a temblar ya no me producen nada, terminó, todo terminó por fin. Le doy una última mirada antes de seguir mi camino él ya obtuvo su castigo, es momento de que yo termine de poner mi vida en orden.

—Adiós Arthur.

Me volteo ignorando sus gritos de loco y me encuentro con los hermosos ojos oscuros del hombre que siempre estuvo conmigo, el hombre que me cuidó y siempre me apoyó en todo, el hombre que me amó, que me ama sin importarle mi pasado. Ethan abre sus brazos y yo me lanzó a ellos.

—¡Ey! Déjanos algo McLean —Pierce hace a un lado a Ethan y ahora él me abraza con fuerza—. ¡Lo lograste Collingwood! Estoy muy orgulloso de ti.

Jane me mira con lágrimas en sus bellos ojos turquesas. Pierce se hace a un lado y ambas nos fundimos en un abrazo. Balbuceamos cosas, reímos y lloramos, luego nos separamos y nos vemos a los ojos con una sonrisa. Por mi mente pasan todos nuestros recuerdos juntas, nuestras tardes en su casa, la maldita fiesta, las risas, el llanto.

—Gracias por llamarme esa tarde, Kennedy.

—Gracias por contestar, Jane —nos echamos a reír.

Antes de salir del juzgado vemos a la familia de Arthur con Martin, su madre está llorando y su padre le grita furioso, una sonrisa de satisfacción se forma en el rostro de Ethan y cuando pasamos junto a ellos Ethan se detiene.

—¡Oye, Martin! —El gordo y detestable abogado voltea hacia nosotros—. No siempre ganas —le guiña un ojo y vuelve a tomar mi mano. La vida le ha dado su castigo a Martin y ha reivindicado a Ethan de la mejor manera.

Rodeada de mis amigos y familia salgo del juzgado. Esta vez mi abuelo sí les responde a los reporteros. Ethan y yo corremos hasta al carro en medio de las luces de las cámaras y los incesantes reporteros con sus micrófonos.

—Kennedy —Ethan me mira con una mezcla de orgullo y felicidad—. Feliz cumpleaños.

Aquella tarde celebré mi cumpleaños a lo grande, en compañía de todos aquellos que me querían y se alegraban sinceramente de mi triunfo.

—¿Cómo la estás pasando dulzura? —Ethan me trae un vaso con jugo, por obvias razones ya no tomó alcohol.

—Bien —me paro de puntas y lo beso—. Es la primera fiesta que en verdad disfruto.

—Me alegra mucho eso. Te lo mereces Kenne —la mirada tan intensa de Ethan me hace ruborizarme, él ríe y acaricia mi mejilla—. Te amo.

—También te amo —aunque estoy disfrutando la fiesta lo que en verdad me gustaría es estar en la confortable habitación de Ethan. Una chispa se enciende entre los dos y los ojos de Ethan rebosan de deseo.

Por favor, regresa y quédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora