Capítulo 45.

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Respiré profundamente, pero cada vez que intentaba meter el aire en mis pulmones a presión, más sentía que estos me ardían y se encogían con destreza. Levanté los hombros con las manos apoyadas en el lavabo y eché la cabeza hacia atrás volviendo a tomar una inspiración profunda, pero como me temía, eso era imposible. Las lágrimas caían por mis mejillas como un torrente incontrolable, no podía pararlas, solo podía abrir la boca e intentar hacer la cosa más fácil del mundo y la que ahora se me hacía más difícil: respirar.

—Maddie, tienes que relajarte —escuché la voz de Ingrid a mis espaldas y un sollozo torturado salió de mis labios, mi nariz estaba congestionada y estaba segura de que mi aspecto tenía que ser horrible en estos momentos—. Por favor, deja de llorar, ¡se te va a correr el maquillaje! —me dijo Ingrid posicionándose a mi lado, su mano dejaba suaves caricias en la zona de mi espalda que estaba descubierta por el vestido.

¿Por qué tenía que ser tan complicado todo?

Miré de reojo a mi mejor amiga y le dediqué una mirada significativa que ella captó al instante, estoy segura de que estaba sintiendo lo mismo nada más verme. Solo que ella era fuerte, yo no.

Cerré los ojos con fuerza y cuando los abrí miré hacia abajo. El hermoso vestido que yo y mi madre habíamos escogido aquel día quedaba hermoso en mi cuerpo, como si estuviera hecho para mí. Pero no lo quería, nada me podía hacer sentir bien ahora.

—¡Elegí este vestido para que él lo viera! —exclamé encorajada escondiendo mi rostro entre mis manos y llorando desconsolada.

Escuché como Ingrid a mi lado se llevaba las manos a la frente exasperada y preocupada, estaba segura de que a ella le estaba doliendo mucho verme así. Pero también estaba segura de qué lo que más le dolía era el maquillaje que me había aplicado, ahora estaba corrido por mis mejillas, manchándolas.

—Tranquilízate, por favor —dijo con la voz suave, apoyando su barbilla en mi hombro.

—¡No puedo!

—Tienes que intentarlo —insistió.

Resoplé sacudiendo las manos, Ingrid se alejó varios centímetros de mí para seguir mirándome y yo me giré hacia ella con la vista nublada.

—¿¡No lo entiendes!? —grité entonces.

Estaba furiosa con el mundo por habérmelo puesto siempre todo tan difícil. Estaba furiosa con mi madre por no poder darme la opción de ser feliz por una vez en mi vida. Estaba furiosa con Castiel por hacerme caso cuando le dije que lo mejor era hacer lo que mi madre nos decía y separarnos, ¡yo quería que él fuera en contra de eso y que viniera a sacarme de esta cueva que me consumía! Y estaba furiosa con Ingrid porque... yo qué sé. Estaba furiosa con todos y con todo.

—Lo amo y no puedo ni siquiera acercarme para preguntarle si me ve guapa.

Algo en los ojos de Ingrid se rompió y se suavizó. La barrera que ella había interpuesto con él, su odio hacia Castiel. De una vez por todas, ella acababa de darse cuenta cuanto necesitaba a ese chico y cuan bien me hacía.

—Ya lo harás, estoy segura. Las cosas se solucionarán —me dijo intentando tranquilizarme, pero me daba miedo que solo lo hiciera para eso. Para tranquilizarme y que realmente no fuera cierto.

—¡No, nada se va a solucionar!

Estaba ida, mi mente estaba nublada. El dolor en mi interior era demoledor y estaba acabando conmigo, porque en este momento me di cuenta de que realmente esto iba totalmente en serio. Nuestra relación iba a tener que romperse de verdad y no podía soportar eso. Era demasiado.

Un perfecto verano © (Completa, en edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora