PRÓLOGO

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Una mañana algo nublado, en el patio del orfanato wool's se encontraba una niña de once años de cabellera negra, piel pálida y muy guapa, observaba a los más pequeños jugando con una sonrisa en su rostro, los juguetes con los que estaban jugando poco a poco se empezaron a mover y a perseguirlos, los pobres niños de cinco o seis años corrían al interior del orfanato llorando, y aquella chica no paraba de reír por lo que había hecho, ni siquiera se calmo cuando alguien la llamo.

— te estás divirtiendo sin mí, otra vez– se sentó junto a ella un niño de once años, de cabello negro, piel pálida y muy apuesto para su edad, se le veía siempre serio a comparación de su hermana, ella siempre tenía una sonrisa en el rostro.

— te estaba esperando, pero me aburrí– dijo ella columpiando sus piernas y con su habitual sonrisa– ¿Qué tanto hacías?

— nada en particular...¿Qué les hiciste a esos pobres niños?

— nada en particular...– dijo ella imitando a su hermano–...sus juguetes querían jugar con ellos.

Él negó con la cabeza y se volvió para verla— ¿nunca vas a cambiar verdad?

—¡¿Que?! Tu haces lo mismo y nadie te dice nada... de echo nadie nos dice nada– frunció el ceño levemente para después encogerse de hombros– ya me aburrí– anuncio poniéndose de pie– voy al cuarto a tratar de dormir– y sin esperar respuesta de su hermano se fue dando saltitos y meneando su larga cabellera, él le vio irse y después de observar el vacío, decidió ir tras ella.

Unas dos horas después, donde ella logro quedar dormida y él, recostado en su cama leía un libro que tomo prestado de la biblioteca, decidió que la empezaría a despertar para ir a comer algo o molestar a más niños; después de un gran rato y varios formas de intentar despertarla, lo consiguió, pero antes de que los hermanos pudieran abandonar el cuarto, la puerta se abrió dejando ver a la directora del lugar, parecía nerviosa por estar hay, a lo que la chica sonrió.

— Tom, Amelia, tienen una visita– dijo la directora asiéndose a un lado para dejar pasar a un señor pelirrojo de cabello largo y algo viejo.

— no hables– le susurro Tom a su hermana, ella asintió y se colocó detrás de su hermano.

— cómo están Tom, Amelia– saludo el viejo entrando y sentándose en la cama de enfrente– mi nombre es Albus Dumbledore.

— usted es doctor, ¿Verdad?– pregunto el chico con clara seguridad.

— no, soy profesor.

— eso no es verdad, ellos quieren que nos examinen– volteó a ver a su hermana que estaba tan seria como él– dicen que somos diferentes...

— puede que sea cierto.

— ...no estamos locos.

— Hogwarts no es un hospital psiquiátrico– aclaro el hombre– Hogwarts es una escuela...una escuela de magia– la habitación quedó en silencio hasta que el hombre volvió a hablar– hacen cosas, ¿No es cierto?, cosas que otros no pueden...

— hacemos que las cosas se muevan si tocarlas, los animales hacen las cosas que decimos sin enseñarles, les podemos hacer cosas malas a las personas que se portan mal con nosotros... las lastimamos...

—¿Quién es usted?– Amelia hablo por primera vez desde que llegó aquel hombre, lo que causó que tanto su hermano como el anciano la mirarán.

— soy como ustedes, Amelia, soy diferente.

— demuéstrelo– dijo con firmeza. Él no dijo nada, pero el ropero no tardó en arder en llamas, lo que causó que ella se sobre saltará.

— creo que hay cosas en su ropero que quieren salir– Tom, quién dudo un momento, se puso de pie acercándose con cuidado al ropero, lo abrió y saco una pequeña caja, al instante las llamas se extinguieron sin dejar alguno daño.

Sacando las cosas en la cama junto a su hermana Albus hablo de nuevo— los robos no son tolerados en Hogwarts, Tom, Amelia. En Hogwarts no solo les enseñaran magia, también a controlarla– de su abrigo saco dos sobres que les entrego a los hermanos, dónde se leían sus nombres, los abrieron y leyeron el contenido.

—¿Y dónde conseguiremos todo esto?– pregunto Amelia en un susurro.

— disculpe, pero... nosotros no tenemos dinero para comprar todo esto– dijo Tom con el ceño levemente fruncido.

— eso está arreglado– volvió a meter la mano a su abrigo y está ves saco una bolsa– el ministerio de magia les ofrece una ayuda para que puedan comprar lo necesario– le entrego la bolsas a Tom y luego de volteó a ver a la chica– y todo eso lo podrán comprar en el callejón  Diagon, si gustan los puedo acompañar al lugar.

— no es necesario, solo díganos como llegar y nosotros haremos las compras– dijo Tom con la seguridad que no había perdido en el rato que llevaban hablando– siempre nos hemos movido solos, así que no será difícil.

Sorprendido de las palabras del chico les explicó como llegar al callejón y también como llegar a la plataforma nueve y tres cuartos el primero de septiembre antes de las once de la mañana.

Antes de salir Tom dijo— también podemos hablar con las serpientes...ellas nos buscan... nos susurran cosas– volteó a ver a su hermana y pregunto–¿Eso es algo normal para alguien como nosotros?

—bueno...puede que si– no sabía realmente que contestar– ya lo descubriremos pronto... nos vemos en primero de septiembre– con esta despedía salió de la habitación serrando la puerta detrás de él.

Los hermanos estuvieron en un silencio que Amelia rompió.

— este dinero es algo raro– tomo una de las monedas de oro de la bolsa–¿Cómo dijo que se llamaban?

— galeones, pero bueno, ¿Quieres ir mañana a ese callejón?

— estaría bien, salir de aquí me vendría bien... ahora– dijo poniéndose de pie y mostrando su habitual sonrisa– vamos por algo de comer, tengo hambre.

Tom sonrió y negó con la cabeza divertido— tu siempre tienes hambre.

Ambos salieron y fueron por comida mientras pensaban en aquel colegio. Sería un gran cambio para ellos, ya no tendrían que pasar todo el año en aquel orfanato, y eso sí que les había agradado.


𝙇𝙤𝙨 𝙃𝙚𝙧𝙚𝙙𝙚𝙧𝙤𝙨 𝙙𝙚 𝙎𝙡𝙮𝙩𝙝𝙚𝙧𝙞𝙣 ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora