Capitulo 3 (borrador)

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Me besa con locura y pasión, su lengua explorando cada rincón de mi boca. Sus manos bajan hacia mi trasero, lo aprietan con firmeza, y luego siento una de ellas subiendo hacia uno de mis pechos. Intento ver su rostro, pero es imposible. Lo único que logro distinguir es un lunar detrás de su cuello. Me despierto sobresaltada; solo había sido un sueño.

Miro la hora: 9:30.

—¡No! —exclamo al darme cuenta de que he faltado a mi primera clase—. Genial, llegaré a la segunda, pero solo si me apuro.

Me doy una ducha rápida y escojo mi ropa: unas Converse, un jean blanco ajustado y un top que deja ver mi ombligo y su pequeño aro. Agarro mis carpetas, una cartera, y salgo corriendo hacia el colegio.

Al entrar al salón, me esfuerzo por recordar qué clase tengo, pero antes de poder hacerlo...

—Buenos días, señorita Zoe —me saluda una voz firme.

—Bu-buen día, profesor —respondo tartamudeando.

—Que sea la última vez que llega tarde o tendré que castigarla —dice con una sonrisa ladeada, casi perversa.

—Lo siento, es que me quedé dormida.

Voy hacia mi asiento junto a Bren, quien me susurra:

—¿Qué pasó que no viniste a la primera clase?

—En el recreo te cuento.

Sonó el timbre, y Bren y yo salimos a caminar hasta que nos topamos con la insoportable de Kate.

—¡Apártate! —exclama con arrogancia—. Necesito maquillarme, no quiero verme como tú.

Ignoro su comentario y le hago un gesto a Brenda para regresar al salón.

Mientras caminamos, Kate vuelve a provocarme:

—¿Tienes miedo, Zoe? Debe ser duro vivir con esa cara de mosquita muerta.

—Cállate, descerebrada —le replico, sin darme la vuelta.

Ya en el salón, Dylan aún no se había ido. Kate se acerca de nuevo, esta vez con un comentario más hiriente:

—Zoe, me enteré de que tuviste una noche de sexo salvaje con Patrick. ¿Es cierto?

Esa fue la gota que colmó el vaso.

—¡Cállate, maldita perra!

Sin pensarlo, me abalanzo sobre ella, agarrándola del cabello y arrastrándola por el suelo. Siento que alguien intenta separarnos, pero me sostiene con poca fuerza. Kate me rasguña la cara y me patea, pero yo sigo arrancándole el cabello hasta que finalmente me separan. Miro mi mano y, para mi sorpresa, sostengo sus extensiones. Bren sujeta a Kate para que no se acerque, mientras que alguien me sostiene de la cintura. ¿Quién me está sosteniendo? Me doy la vuelta y veo a Dylan, quien parece sorprendido.

Kate, al darse cuenta de que tengo sus extensiones, se zafa de los brazos de Brenda y corre hacia el baño llorando, cubriéndose la cabeza con una chaqueta.

—Brenda, ¿puedes dejarnos a solas? Necesito hablar con Zoe —dice Dylan, sin quitarme la vista de encima.

—Claro —responde ella, susurrándome al oído, "suerte, amiga". Le sonrío con tristeza mientras se aleja.

—¿Quién es ese tal Patrick del que hablaba Kate? Y ¿por qué te puso tan mal?

—Emm... Pues... él es... mi ex. Y me puse mal por motivos personales... no vienen al caso.

—Tranquila, pequeña —me dice, abrazándome y recostándome sobre su pecho, el sueño de cualquier chica.

El timbre suena nuevamente, señalando el regreso a las aulas. Justo en ese momento, Kate entra al salón de la mano de Patrick. Mi corazón se detiene al verlo. Patrick abre los ojos como platos al verme recostada en el pecho de Dylan. Joder, había olvidado mi situación, me separo rápidamente y digo:

—Gracias, profesor.

—De nada, niña.

Corro a mi asiento mientras Dylan toma control de la clase:

—Bien, alumnos, silencio, por favor. Tengo que presentarles a un nuevo compañero. Su nombre es...

Mira el listado, se detiene un segundo y me observa con tristeza, como si quisiera pedirme perdón con la mirada.

—Él es Patrick Brooks. Por favor, pasa y preséntate a tus compañeros.

Patrick se acerca y con confianza dice:

—Hola, como ya saben, me llamo Patrick Brooks. Soy hijo de madre italiana y padre francés. Recientemente, estuve estudiando en Francia, pero ahora he vuelto a Estados Unidos para quedarme. Juego al rugby, y bueno... ámenme.

—Muy bien, siéntese ya —responde Dylan, claramente incómodo.

—Un segundo, profesor, antes quisiera hacer algo.

Patrick se dirige a su mochila, saca dos rosas rojas y se encamina hacia Kate, entregándole una. Luego, se acerca a mi escritorio y extiende su mano con la otra rosa.

—Para ti, preciosa.

—¡Ya es suficiente, alumno! Siéntese y deje de hacer tonterías —dice Dylan, visiblemente molesto.

Agarro la rosa que me ha dado Patrick y le pido permiso al profesor:

—¿Puedo levantarme un segundo?

—Claro, pero que sea rápido.

Me dirijo al cesto de basura, arrojo la rosa dentro y digo:

—Listo, profesor. Gracias.

Regreso a mi asiento y me concentro en la clase, intentando ignorar la mirada de Dylan.

—La fórmula clásica del modelo keynesiano es: D6 = c + z + g + 7x, ¿es correcto?

Cuando la clase termina, todos se retiran, incluyendo a Bren. Yo me quedo sentada, terminando mi tarea. Al finalizar, me acerco al escritorio de Dylan y él me pregunta:

—¿Terminaste todo?

—Sí.

—¿No decías que no entendías?

—No entiendo mucho, pero hoy presté atención y algo capté.

—Así me gusta, Zoe.

—Pro-profesor, ¿le puedo preguntar algo?

—Sí, claro. Dime lo que quieras.

—¿Qué pasó anoche en la fiesta? Es que... ya sabe, había bebido un poco y no recuerdo mucho.

—Bueno, siéntate y te cuento lo que sucedió.

Me siento y lo escucho atentamente:

—Como sabías que ibas a ir a esa fiesta, decidí ir yo también. Estaba invitado, pero no pensaba asistir hasta que supe que tú estarías allí. Te vi en la barra de tragos, bebiendo como loca, pero no me atreví a acercarme. De repente, te perdí de vista. Finalmente, te vi en la pista de baile, moviéndote de forma muy sensual. Me acerqué y me pegué a tu cuerpo. Luego nos dirigimos hacia mi auto. Tú te abalanzaste sobre mí y me besaste. No te detuve, y el beso continuó hasta que tu mano bajó hacia mi pantalón. Sabía que estabas muy borracha, así que tuve que detenerte, aunque no quisiera. Luego, te llevé a tu casa, a pesar de tus quejas. Te saqué la llave de la cartera, abrí la puerta lo más silenciosamente posible, te cargué en mis brazos y subí las escaleras. Cuando encontré tu habitación, te dejé en la cama, te tapé y me fui. Eso fue todo.

Me quedo con la boca abierta y le digo:

—¿Yo te besé?

—Sí, y besas estupendamente bien, incluso borracha.

Sus comentarios me hacen sonrojar, y él lo nota, sonriendo con complicidad.

Quemada por la pasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora