El gran sorteo

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El gran sorteo.

Bajé mis maletas del taxi que me había dejado en frente de la casona. El aire fresco inmediatamente se coló en mi nariz.

  Ash... ése olor a naturaleza, a aire puro.

-Gracias, buen viaje- sonreí y el conductor solo se limitó a asentir y arrancar el carro.

Me giré. Estaba igual. Casona de ricos, perfectamente cuidada. Volver a este lugar hacia que mi estómago se revolviera.

Hace dos años que no había querido volver pero también extrañaba a mis amigas y las distintas actividades que hacíamos. Hace dos años había terminado mi primera relación, la primera vez que me rompieron el corazón y todo comenzó acá. De tan solo pensarlo, mi corazón comenzó a latir más rápido, sentí que se me saldría del pecho.

Tranquila Anna, este lugar lo amabas mucho antes de que conocieses a Dani. Este es otro verano tu sola, tranquilo con tus amigas.

La hacienda era un terreno muy alejado de la ciudad. Era una casona soñada de la familia ricachona de mi amigo Miguel, en donde con mis amigos y sus amigos, la arrendábamos por todo el verano. Podíamos hacer todo lo que quisiéramos, sin padres y sin restricciones... hay una playa secreta a una hora de aquí, también el río a 15 minutos caminando, espacio para fogatas y piscina. La casa era tan enorme que contenía al rededor de 20 cuartos. Al final de cuentas, siempre solíamos ir casi 50 personas, ya que varios cuartos contenían más de una cama para dos... Con los años aprendimos a organizarnos los cuartos: hacemos un sorteo con todos nuestros nombres y otro con el número de cuarto. Así, siempre irías conociendo a nuevas personas y siempre en distintos cuartos, es muy entretenido intentar encontrar tu cuarto o a tu compañero o compañera. Así fue cuando conocí a Dani, hace tres años, lo conocí en estas mismas circunstancias. A pesar de todo, los veranos siempre los sentí inolvidable y por eso quise volver.

Maldito el día en que lo conocí.

-¡Anna!- escuché mi nombre y miré a mi derecha, la hermosa cabellera anaranjada de mi amiga Lizz se acercaba. Apareció detrás de un árbol. La vi sacar las mochilas de su limusina. Sip, limusina. Elizabeth era prima hermana de Miguel, sus tíos son los duenos del lugar. No la juzguen, al comienzo tambien pensé mal de ella, hasta que la conocí.

-¡Liz! ¡Tanto tiempo! ¿cómo has estado?- nos abrazamos mientras chillábamos. Se separo de mi y me miró para luego rodar sus ojos. Como siempre.

-Ughhh... hablemos luego de eso, ya sabes... tanto tiempo sin vernos significan muchas horas de problemas - reímos. Era verdad, nuestra vida era un drama- qué bueno verte, el año pasado te extrañé un montón- me sonrió y yo lo hice de vuelta.

-Tranquila querida, aprendí, fue un gran error no haber venido. Me arrepentí durante todo ese verano-. Dije resoplando con toda sinceridad.

- Lo sé, supe todo pero no quise molestarte y como luego tuve que irme por el trabajo de mi padre, no pude llamarte pero ya estás acá que es lo más importante, te quiero- y volvió a abrazarme. Me dieron ganas de llorar.

Se fuerte.

-Y yo a ti- la abracé de vuelta. Suspiré.

-Ya, mucho- me alejó y nos reímos. Ninguna de nosotras era muy buena para demostrar cariño.

Estuvimos hablando sobre nuestra  universidad,hace dos años que no nos veíamos pero  estábamos siempre en contacto,  desde el comienzo habíamos decidido ser mas de las amistades a la antigua: aquellas que se envían cartas, se llamaman y se envian s fotos de cosas importantes, y para la única eventualidad que nos veíamos a parte del verano, era en nuestros cumpleaños.

AtrapadosWhere stories live. Discover now