25. ¿Ramera?

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(Os dejo en multimedia la canción con la que escribí este capítulo, por si os apetece oírla mientras leéis, bueno, ¡disfrutad de la lectura bellos míos!)

Caminé sin prisa, con las manos metidas en los bolsillos, pateando sin fuerzas una piedra que me había encontrado hace rato por el camino. Suspiré, me abracé a mi misma por el frío y me detuve por unos segundos.

No debería haber salido a la calle a estas horas y menos aún con esta ropa.

02:30 de la madrugada, una noche oscura, una adolescente con ropa de sábado por la tarde en pleno junio y una rabia casi palpable.

Miré la piedra con odio, le pegué una fuerte y mientras estaba en aire no pude evitar gritar.

-¡Vete como viniste y llévate todas tus malditas mentiras!¡Imbécil!-Comencé a caminar de nuevo, esta vez con furia, dolor, asco. Cómo me jodían las mentiras y todo lo que ellas provocaban. Mis pies se movían a un paso inquieto, veloz. Cuando quise darme cuenta, estaba frente al parque.

Mi parque.

Siempre acababa aquí, era mi sitio especial, como la taberna de un borracho al que le cobran la cerveza a la mitad, o la biblioteca de un obsesionado por los libros con turno de noche y cafetería al lado.

Me sorprendió ver la puerta abierta, nunca la había visto de esa manera, almenos tan tarde. La curiosidad me hizo avanzar sin si quiera pensar sobre ello, sobre el por qué de una puerta abierta de par en par a las tantas de la madrugada.

Cuando me paré en seco, mis labios formaron una dura línea.

Giró su cabeza y su mirada se encontró con la mia.

-Hola, Alison Hoffman.-Se llevó el cigarrillo hasta los labios y dio una larga calada.-¿Cómo has estado?

-Hola.-Dije, secamente. No podía ser que este tío volviese a estar aquí. ¿Acaso venía todas las noches a sentarse en este maldito banco? Estaba comenzando a tener dudas respecto a si debía, o no, acercarme a él. Mi corazón se ablandó cuando ví la inmensa cantidad de colillas que había bajo sus pies.-¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Su rostro se endureció, apoyó sus codos contra las rodillas y dejó caer todo el peso sobre ellas, suspiró y cerró los ojos. Parecía muy cansado.

Me senté a su lado y le miré con atención, sólo fijándote muy de cerca podías percibir sus ojeras, la barba sin afeitar de almenos dos días, y esa mezcla de olor a tabaco y Dior. Tenía el pelo sin arreglar, un traje de oficina negro y la corbata tan aflojada que parecía que en cualquier momento iba a cobrar vida propia y huir despavorida de ese despreocupado dueño del que dependía. Pero siendo sinceros, ni esa corbata, ni yo, huiriamos de este tío. Ella porque no tenía piernas, y yo porque, en cierto modo, me atraía.

Desde hace años había sentido un incontrolable afán por lo desconocido, y Luke Morgan desprendía de su simple presencia una aura tan oscura, como tan brillante.

Era un caso hipotético e inexplicable del caso de los sinónimos y antónimos.

Como ese momento en el que hielo quema, y la luz te deja ciego.

Exactamente lo mismo.

-Todo el día.-Respondió al fin.-No he tenido una buena semana, alguien en quien confiaba que no volvería ha vuelto de tal manera que ha traido consigo mismo un huracán tan lleno de mierda, como problemas y dolores de cabeza.-Entonces me examinó con la mirada y frunció el ceño.-¿Qué diablos haces así vestida a estas horas de la noche? Pareces una ramera Alison.-Me sonrojé por la vergüenza ante su comentario, sus ojos se agrandaron.-¿No serás una...?

Visions [ editando por finalización ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora