No sabía por qué lo había hecho. Nada más colgar me había arrepentido. Pero no había abandonado el local, al igual que tampoco había dejado de vaciar la botella de vino que tan amablemente el camarero había depositado en la mesa. A este ritmo no quedaría nada para Jake. Bueno, ¿y qué? Seguramente no aparecería. Tomé otro sorbo, pensando también en desde cuándo me había aficionado tanto a la bebida. No era bueno. Tenía que dejarlo al igual que tenía que dejar esta locura. Dejé la copa en la mesa y me levanté dispuesta a pagar por la botella e irme. Sin embargo nada más girarme me choqué contra una figura trajeada.
—Ups, lo siento, yo... —dejé de hablar cuando vi sus ojos azules y su sonrisa divertida.
Sus colmillos entreviéndose a través de la apertura de sus apetecibles labios.
—Hola, Baby —dijo, devolviéndome a la realidad.
Sentí sus manos sujetando mi cintura, su cuerpo a pocos centímetros del mío. Sonreí. Probablemente como una tonta.
—Hola... Jake —logré recordar su nombre sin problemas para variar—. Eh... ¿quieres sentarte?
—Claro —rodeó la mesa y se sentó justo delante—¿Ibas a algún sitio? —alzó las cejas.
—¿Yo?
—No, la botella de vino.
Miré mi mano, la cual rodeaba el cuerpo de vidrio. Sarcasmo. Reí algo avergonzada y me senté antes de servirle media copa.
—Ninguna nos vamos a ningún sitio —mentí, perdiéndome en sus bonitos ojos zafiro—. Siento mucho lo de la otra vez —confesé mientras me escogía de hombros.
Jake alzó ambas cejas.
—¿Qué sientes?
—Pues supongo que siento que me hayas conocido estando ebria y tan vulnerable —miré el reloj de cuero negro que llevaba en la muñeca derecha—. Además de no recordar nada de lo que pasó —añadí algo avergonzada.
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Mentira. Estaba muy avergonzada. Tanto, que me había intentado convencer a mi misma de que solo le había llamado para disculparme por todo ello. Pero en lo más profundo sabía que lo había hecho porque añoraba la compañía masculina. No le conocía. Sabía su nombre y que seguramente follaba como un dios. Nada más. Sin embargo parecía una buena persona y por los trofeos que había visto en su enorme apartamento también parecía ser alguien responsable y diligente. Cosas que mi ex nunca fue. No sabía muy bien qué quería con esto. ¿Conocerlo? ¿O mejor qué tal si volvernos a ir a la cama? Esta vez estando yo algo más sobria.
—No te disculpes por ello —dijo, vertiendo vino en su propia copa y sacándome de mis turbulentos pensamientos—. Me lo pasé muy bien —rió—. Sobre todo cuando te subiste a la barra y diste ese gran discurso.
