Capítulo cincuenta y dos; Justificación problematica.

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Al llegar a casa de Emilio ambos habían caído rendidos, estaban cansados, y aunque fueran apenas las ocho de la noche, durmieron profundamente al tocar la almohada y sentir la calidez del otro.

—Despierta.

—¿Uhm?—murmuró, sus párpados abriéndose lentamente.

—Son las seis veinte de la mañana, pero tenemos que darnos una ducha.

—¿Juntos?

Joaquín se sonrojó y golpeó su hombro.

—¡No!, corre, ve tú primero, apestas.

—Es el olor de un hombre—se excusó.

—Uno muy asqueroso, yo creo. Ve, ayer te esforzaste mucho con la bici—lo empujó, tratando de sacarlo de la cama.

—Bien.

El rizado se levantó sin ganas, sus ojos aún adormilados. Sus pasos eran lentos mientras iba hacia el baño.

Joaquín sonrió.

Emilio Marcos, su novio. La persona con la cual se sentía increíblemente más cómodo y seguro. Con quién sabía contaría sin importar qué. El chico que amaba con todo su ser, su cuerpo, corazón y alma. Se recostó nuevamente en la cómoda cama viendo hacia el techo. Y llenó sus pulmones del aire a su al rededor, toda la habitación estaba repleta de su aroma favorito.

De apoco comenzó a sentir pesadez en los párpados, trató de luchar contra esto, pero en poco tiempo se había quedado dormido nuevamente.

Tal vez treinta minutos después salió el mayor, tenía sólo una toalla al rededor de su cadera, las gotas caían de su cabello hacia su torso, deslizándose hacia abajo. Fue hacia su armario y tomó unos pantalones de mezclilla grises, una playera sin mangas color azul junto con una sudadera roja. Después de cambiarse fue a la cama y miró con ternura a su chico.

Este respiraba suavemente, su pecho subiendo y bajando con lentitud, estaba recostado de lado. Tenía los labios entreabiertos, y sus pestañas se veían más largas de lo normal. Era jodidamente un ángel. Se acercó a él y besó su frente, no quería despertarlo, pero tenía que.

—Joaquín, levántate.

—Diez minutos más mamá—balbuceó entre sueños, su ceño fruncido.

—No soy tu mamá pequeño dormilón.

—¿Eh?

—Corre, es tu turno, no querrás ir sucio a la escuela—repuso.

—¿Qué hora es?

—Poco más de las siete.

—Ugh, bueno, ya voy—arrojó las frazadas. 

—Alguien despertó mal de su sueño—se burló besando su mejilla.

—Déjame.

Emilio rió y fue por un secador, su cabello estaba más largo, por lo cual pesaba más con toda el agua. Después de hacerlo fue a buscar algo para el menor, tomó unos bóxers nuevos, un pantalón blanco que recordaba le quedaba chico y una playera de manga larga color negra, seguro se vería muy lindo con eso puesto.

•accιdenтalмenтe enaмorado• EMILIACO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora