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—Su alteza, la duquesa de Claremont —anunció el mayordomo en tono majestuoso, desde la puerta del salón donde Jeon Ha Joon, duque de Atherton, estaba sentado.

En seguida, el mayordomo dio un paso hacia el lado y una mujer anciana e imponente entró, seguida por un abogado de expresión atormentada. Jeon Ha Joon la contempló con sus ojos castaños claros brillando de odio.

—No necesita levantarse, Atherton —dijo la duquesa con sarcasmo, cuando él permaneció sentado, en actitud deliberadamente insolente. Completamente inmóvil, él continuó observándola en frío silencio.

Con cincuenta y cinco años, Jeon Ha Joon todavía era un hombre atractivo, con cabellos largos y canosos, aunque su enfermedad le hubiese dejado sus marcas. El cuerpo estaba demasiado flaco para su estatura y porte, y su rostro estaba marcado por líneas de tensión y de fatiga. Incapaz de provocarle una reacción, la duquesa lanzó su ira sobre el mayordomo.

—¡Esta sala está demasiado caliente! —Se quejó, golpeando con el bastón tachonado de piedras preciosas en el suelo—. Abra las cortinas para que haya algo de aire fresco —ordenó.

—¡Deje las cortinas como están! —La contradijo Ha Joon, sin esconder el desprecio que la mera visión de aquella mujer le provocaba.

La duquesa le lanzó una mirada fulminante.

—No vine hasta acá para sofocarme —declaró en tono amenazador.

—Entonces, salga.

El cuerpo erguido y frágil tembló debido a indignación.

—No vine hasta acá para sofocarme —repitió entre dientes—. Vine a informar mi decisión respecto a los hijos de Katherine.

—¡Diga lo que tiene que decir y, entonces salga! —Repitió Ha Joon, implacable.

La duquesa entrecerró los ojos, furiosa, pero en vez de salir, se sentó. A pesar de su avanzada edad, su postura era tan recta como la de una reina. Un turbante púrpura sobre las canas ocupaba el lugar de la corona y el bastón en su mano sustituía el cetro.

Ha Joon la observó, sorprendido y desconfiado, ya que había estado seguro de que ella había insistido en aquel encuentro sólo para tener la satisfacción de decir, mirándole a los ojos, que el futuro de los hijos de Katherine no le importaba. Ni siquiera se le había ocurrido que fuera a sentarse, como quién tuviera algo más que decir.

—Usted vio el retrato de los niños —afirmó la duquesa.

Él bajó los ojos hacia el retrato que tenía en las manos y sus dedos se apretaron de manera convulsiva y protectora. Un dolor cruel le oscureció la mirada, fija en Yoongi. Era la imagen de su madre, la imagen de su bella y amada Katherine.

—Yoongi es la imagen de la madre —declaró la duquesa de súbito.

Jeon Ha Joon levantó los ojos hacia ella, endureciendo la expresión inmediatamente.

—Tengo plena conciencia de eso.

—Mejor. Así, va a comprender mis motivos para no aceptar a ese niño en mi casa. Me quedaré con la otra. —Levantándose como si hubiera concluido el asunto, la duquesa se volvió hacia su abogado—: Asegure la cantidad necesaria para cubrir los gastos del doctor Morrison y el coste del pasaje de barco para la niña menor.

—Sí, alteza —asintió el abogado, con una reverencia—. ¿Alguna cosa más?

—¡Ah, sí, serán muchas cosas! —La duquesa replicó en un tono casi rudo—. Tendré que presentar a la niña en sociedad, asegurarle una dote, encontrarle un marido adecuado...

Una vez & Para siempre ▪︎KOOKGI▪︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora