━━━━━━ ✰ ⌇ ⌗𝐄𝐑𝐎𝐒: sin duda un ser excepcional; ojos tan profundos como el océano que escondían mil secretos y a la vez gritaban tantas verdades; labios deseables, como una manzana madura lista para ser mordida; codiciable, definitivamente una fr...
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Siempre se había creído, se había dialogado, se había afirmado el existencialismo de un ser celestial. En la antigüedad, por siglos y siglos en distintas locaciones los Dioses variaban su forma, sexo, cantidad y divinidad.
Atenas, sumergido en completa confianza de sus Dioses que les otorgaban riquezas y pobreza según su genio o desiciones en vez de un castigo hacia la persona e iba a un trasfondo mucho más divino; y es que no hay más divinidad que en el error.
HoSeok bien lo sabría. Cometía error sin temer al destino y nulo arrepentimiento de sus acciones que desataban desastres debido a su temperamento con facilidad por alterar.
Después de todo, cuando eres Dios de las aguas es fácil cometer un desastre en la pequeña ciudad de Atenas.
El alma de HoSeok no se apretaba ni un poco por la gente que lloraba el ver a su polis hecha trizas, con familiares heridos y en su mayoría muertos entre las olas del mar que ya se había calmado.
La Diosa Atenea no podía permitirse algo así otra vez, sabía con quien trataba y que estaba ansioso por sed de venganza desde que había perdido contra ella el control completo de aquella tierra llena de inmensos deseos carnales, la debilidad de cualquier Dios, más aún del tormentoso HoSeok.
Por ello no tuvo más remedio, lo hacía por los humanos, ninfas y todas sus criaturas del bosque. Aquel sacrificio era digno de admirar, por tanto, tomó una rama del árbol más perfumoso que existía y sumergió aquella en agua dulce, brotando de ahí una mezcla fructuosa y espléndida en belleza entre una bella ninfa del bosque y las aguas, el primer Nereidas.
—Tu nombre es JiMin, tesoro. Tienes la gracia de las hojas y la tranquilidad de las aguas dulces y sólo podrá tocarte quién en sus ojos no encuentres dolor.
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En el paraíso no solían existir los rumores, menos que los Dioses chillaran como si fuese el secreto más grande del universo a sus espaldas. HoSeok no estaba acostumbrado al rechazo, celoso bufó y los mares de inmediato se alzaron, sintiéndose el temblor desde la tierra.
