La Ultima Reina

Epílogo || El Rey de la Sal

ORNOLÚ

Aquella era osamenta representaba una decoración muy macabra. El esqueleto de una gigantesca serpiente marina que yacía enroscada entre los pedruscos de sal alrededor del trono de piedra. Un hombre yacía sentado en el trono, vestido con una cota de malla y una armadura de cuero, un hombre de profundos ojos azules brillantes, de espesa barba, de cabello largo color castaño, recargando su cuerpo en una pesada hacha de guerra. El hombre se levantó de su silla de piedra. Podía escucharse el vitoreo... de los hombres. Una mujer desnuda calva con marcas de pintura azul que recorrían sobre su cuerpo alzó la corona de hierro negro.

     —Porque somos diminutos en comparación a la gran serpiente. —Respondió la mujer desnuda. —Porque necesitamos de un líder que sea capaz de hablar por la gran serpiente y que la represente a ella. Pues nuestros enemigos son muchos y nuestro tiempo es corto.

     Entonces el hombre en el trono de piedra se levantó y caminó hacia la mujer desnuda. El hombre se arrodilló y la mujer colocó la corona sobre la cabeza del hombre.

    —¡Porque necesitamos a alguien bendecido por Jurgamungander! —Exclamó la mujer. —¡Levantaos Ornolu Jurgensson El Rey de la Sal, El Rey de Norseriki!

     —¡El Rey de la Sal! —Exclamaron todos los hombres y las mujeres. Entonces el nuevo rey alzó la mano y todos los presentes callaron.

     —¡El invierno ha terminado hermanos y hermanas!, Eso significa que pronto llegarán, ¡Gálica Kreuz y sus Stahlander nuevamente llegarán a nuestras costas y saquearán lo poco que nos queda después de las nevadas! ¡Pero este año será diferente! ¡Este año no derramaremos más nuestra sangre en nuestras casas ni en nuestras playas, nuestras casas no serán reducidas a cenizas ni nuestras mujeres reducidas a esclavas! ¡Este año será diferente! ¡Está vez nosotros llevaremos la guerra a Gálica Kreuz, llevaremos la guerra a Stahland! Saquearemos los pueblos y ciudades a lo largo de la costa del mar de Jurgemungander, pues yo, y siempre he sido el elegido por La Gran Serpiente.

      —¡Ornolu! ¡Ornolu! ¡Ornolu! —Exclamaron los hombres y mujeres.