nueve

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Deidara abrió los ojos minutos después, encontrándose con los brillantes ojos azules de Myūzu que lo miraban con emoción y algo más que el Akatsuki no podía identificar.

-crei que estabas dormida,hmp- dijo bajo, aspirando el olor de la piel desnuda de la chica hasta llegar a sus labios para besarla.

-no quería hacerlo- respondió- siempre que lo hago tu desapareces.

Deidara no respondió, era cierto lo que Myūzu decía y, ciertamente, esa madrugada estaba por hacer lo mismo, pero ella estaba despierta mirándolo, con las mejillas sonrojadas y los labios hinchados. El Akatsuki alcanzó su capa de nubes rojas y se la arrojó a Myūzu en la cara.

-entiendo, te sentirás cohibido si te veo completamente desnudo- río pero dejó de hacerlo cuando recordó que ella también lo estaba, así que, con rapidez, se puso de pie y se cubrió con la capa para luego buscar su ropa.

A Deidara, que ya tenía lo boxers y los pantalones puestos, se le dibujó una bonita sonrisa en los lábios, le pareció una buena forma de usar esa capa que para él representaba esclavismo y odio; entonces pensó que la próxima vez que pasara eso entre ellos, tendrían que hacerlo sobre esa cosa.

Myūzu se colocó la ropa interior negra y se desprendió de la capa de Akatsuki dejándola caer al suelo. Le daba la espalda a Deidara pues ella sí que se sentía cohibida por estar semi desnuda frente a él.

Deidara vio la espalda palida de la musa, deteniéndose en sus caderas donde había marcas de mordidas y moretones, él no recordaba habérselas hecho. Miró sus manos, estás sonreían y parecían felices, él sonrió, hasta las bocas de sus manos habían disfrutado todo lo que había pasado.

-¿Volverás con ellos?- preguntó la chica ya vestida y con la capa en sus manos. Por supuesto no esperaba que el abandonará todo por ella, solo por un poco de placer.

-es el lugar donde debo estar- respondió.

-mas no donde quieres estar.

El rubio no respondió a esa afirmación, solo se puso la camiseta y se acomodó la bolsa de arcilla que llevaba a todos lados. Myūzu se acercó a él y le acarició la cara, era un chico tan joven, apuesto y de unos hermosos ojos azules que irradiaba vida en ese momento. Con algo de torpeza, le puso la capa y antes de abrocharla llevo una mano al lugar donde latia su corazón, o la bomba que lo ocupaba ahora.

La chica quería decirle todo lo que sentía, lo que había descubierto, sus sentimientos, más no lo hizo, solo dejó su mano en el corazón del rubio y lo vio a los ojos esperando a que el lo entendiera. Deidara sentía lo mismo, pero no sabía cómo decirlo, solo metió una mano en el bolsillo de la arcilla y creo un pequeño pájaro de arcilla.

-cuando nos encontremos aquí otra vez, lo haré explotar para ti- dijo él.

-es una promesa- respondió ella, con emoción. Vio su mano- ¿Y este?

-sé se quedará contigo- aseguró el Akatsuki- considerarlo algo más que un simple obsequio.

-¿Algo como qué?

-aún simbolo- respondió sin agregar nada más.

El corazón de Myūzu comenzó a palpitar con fuerza, tal vez Deidara lo había entendido de la misma manera en que llamar lo había hecho. Esa había sido una confesión y el sello de una promesa silenciosa.

Deidara dejó la escultura en el suelo, mirando hacia la cascada. Luego tomó de la mano a Myūzu, esta vez sin importarle las extrañas bocas que él tenía en sus manos y salieron de ahí.

...

Fue cerca de las cuatro de la mañana cuando los integrantes de Akatsuki terminaron ebrios y dormidos en cualquier lugar de la cocina, a excepción de Zetsu y Sasori que se fueron a sus habitaciones cuando Hidan comenzó a hablar una y otra vez de su Dios Jashin. Ellos no habían venido como lo habían hecho sus demás compañeros así que no estaban capacitados para soportar el discurso del albino.

Entonces Pein entro a la cocina en busca de un vaso de agua para Nagato, pero lo que encontró lo hizo pararse en seco y reconsiderar el haberlos reclutado. Le dieron ganas de hacerles un shinra tensei a cada uno. Kisame y Kakuzu estaban acostados en el piso, durmiendo; Itachi sentado en una de las sillas del comedor, con una botella vacía frente a él, perdiéndose dentro de ella y seguro dentro de sí. Al lado de él estaba Hidan con guadaña en mano y hablando sobre su Dios. Luego estaba Konan, con la cabeza descansando sobre la mesa y sin su flor de papel adornando su cabello. Nagato sintió tristeza al verla ahí, tan indefensa y sola, con los sentimientos hacia Yahiko tan latentes como al principio. Los otros no le importaba en ese momento, ya habría tiempo para castigarlos después. Con cuidado se acercó a la maestra del origami y la tomó en sus brazos. Cuando Konan sintió el cuerpo de Pein, abrió los ojos.

-¿Yahiko?- dijo.

Pein siguió caminando sin responder, en ese momento se adentraba por el pasillo que conducía a las habitaciones.

-te he extrañado tanto- la voz de Konan era torpe por la presencia del alcohol en su cuerpo.

El líder de Akatsuki entro en una de las habitaciones más alejadas, la habitación de Konan, y llevo a la peliazul directo a la cama.

-¿Por qué haces esto?- cuestionó mientras la arropaba.

Esta vez la peliazul había recobrado la conciencia y podía ver quién era en realidad quien estaba frente a ella.

-siempre me pasa cuando te veo- comenzó a decir en susurros- te confundo con él y... Pienso que Yahiko ha regresado, que nunca se fue y que entonces podremos firmar una familia, pero al final solo es su cuerpo, su alma ya no esta-sonrio, al parecer comenzaría a perder la conciencia otra vez- solo logramos ser una familia cuando fuimos niños ¿No? Cuando nos encontramos, cuando Jiraiya-sensei llegó a nosotros, solo esa vez.

-yo traeré la paz a este mundo, Konan, lo haré por él, por ti, para protegerte a ti como éo quería.

-¡Si no me hubiese protegido entonces estaría vivo!

Las lágrimas ya se deslizaban por las mejillas de la peliazul, ya no podía reprimirlas más.

Pein cerró los ojos, también le dolía no haber evitado la muerte de Yahiko. Le dolía ver asi a su amiga, le dolía no haberlos podido proteger. Él y Konan compartían el mismo dolor, y aún así Nagato sentía que el bello angel sufría un poquito más.

-pero las cosas pasan por algo ¿No?- continuó Konan secándose las lágrimas- tal vez así debieron ser las cosas. Tal vez no habríamos elegido este camino y así nosotros no... Nos nos habríamos vuelto asesinos- susurró con pesadumbre.

Para Nagato no era secreto que su amiga peliazul no estaba de acuerdo en muchas de sus decisiones, pero aún así lo ayudaba y se mantenía a su lado, tal vez porque era su familia o porque quería preservar el recuerdo de Yahiko; lo que fuera que la hacía permanecer con él, lo agradecía.

-deverias dormir, mañana tendrás una fuerte resaca.

-algunas veces he querido besarte... Pein- dijo sin prestar atención a lo que su compañero había dicho- como la primera vez que besé al verdadero Yahiko. Como la primera vez en que los besos ya no fueron suficientes y nos arriesgamos a más. Pero nunca es el verdadero, aunque sean idénticos, aunque sea su cuerpo, nunca será el verdadero Yahiko. No lo he olvidado.

-yo tampoco lo he hecho- admitió.

El pelinaranja se dió la vuelta para caminar hacia la salida, pero la pequeña mano de Konan lo detuvo tomándolo de la capa. Este giró a verla.

-Yahiko yo... Quiero vomitar.

Pein la ayudo a ponerse de pie y la guío al pequeño baño que se encontraba en la habitación, ignorando el hecho de que lo había confundido con otra persona, otra vez.

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⏰ Última actualización: May 03, 2020 ⏰

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el arte es una explosión. (una historia sobre Deidara)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora