Relatos De Sexualidad (con enseñanzas)

La belleza de una mujer no disminuye la de otra

— Oye, ¿qué te pasa? Cuéntame —la observé debajo de la regadera, llorando.
— Nada, cariño. No te preocupes ―me respondió sin mirarme.
— ¿Cómo que nada? Pero si estás llorando.
— Son tonterías.
Me desvestí y entré a la ducha con ella.
— ¿Puedo bañarme contigo?
— Claro que no ―bromeó― ni que fueras mi esposo ―se dibujó una sonrisa en su rostro triste.
— Quiero saber qué te pasa ―dije después de sonreír levemente― si tú no estás bien, yo tampoco lo estoy.
Sofía me miró a los ojos fijamente, sus ojos estaban rojos por el llanto. “Así que quieres saber qué me pasa” susurró. Tomó mi mano y despacio la llevó hasta su pecho y puso mi dedo índice sobre la cicatriz que yacía donde había estado su seno derecho. Mi dedo guiado por su mano, se deslizó por toda la cicatriz.
— Me da tristeza ya no ser como antes. Me duele ya no estar tan hermosa para ti.
— ¿Alguna vez te he mirado desganado por lo que sucedió? Yo valoro mucho que quieras estar linda para mí. Pero tu hermosura no depende solo de tu físico, además, el que ahora esto haya cambiado ―dije acariciando esta vez por mi cuenta su cicatriz― no hace que deje de amarte mujer, ni que dejes de parecerme hermosa.
— Tú sabes que de todas las novias que tuviste, yo soy la menos linda; y ahora que sucedió esto, peor ―me miró entristecida y agachó su rostro después.
— La belleza de una mujer no disminuye la de otra, debes tener eso presente ―levante su cara hacia mí, con mi mano en su mentón― pero no, no eres la menos linda. Eres la mujer más hermosa que conocí en toda mi vida y eso no cambiará pase lo que pase ―afirmé mirándola fijamente a los ojos.
— Las otras chicas tenían mejor cuerpo, más linda cara, hasta mejor cabello, no puedes ocultar eso Giorgio.
— La hermosura no se basa en un físico lindo. ¿De qué vale ser la mujer con mejor físico en el mundo, sin por dentro es un ser sin amor, sin cualidades? Tu eres linda físicamente, pero además tu alma es una hermosura. Obviamente tu físico me atrajo mucho, pero fue lo lindo y grande de tu corazón lo que me enamoró de ti. No vuelvas a compararte con otras mujeres. Tú eres la mejor de todas ―terminé de decir y ella dejó escapar una lágrima.
Sofía me miró con ternura y dirigió su mirada a mi mano, que se deslizaba por su muslo, hacia arriba, por la cadera y subiendo por su cintura, siguiendo su silueta. La tomé con ambas manos por la cintura y la pegué a mí. La observé con amor, con todo el amor leal que le tengo y besé sus labios, luego acomodé su cabello y besé su frente. Me agaché un poco y besé en un par de ocasiones su marca.
— Para mí esto es solo señal de lo fuerte que fuiste, es la muestra de que luchaste contra algo que podía matarte, es lo que me dice que puedo tenerte conmigo y que no me dejaste solo.
— Sé que ya no puedes sentir el mismo deseo por mí.
— No digas nada ―coloqué mi índice sobre sus labios― silencio por favor. Nunca me cansaré de decirte que eres hermosa, que eres lo mejor en mi vida, que te amo y que compartir mis días contigo son mi mayor privilegio ―me levanté y la miré nuevamente a los ojos― y el fuego que enciendes en mí, tampoco se va a apagar ―tomé su mano y la puse en mi miembro erecto― siempre serás mi hermosa esposa ―apreté su trasero fuerte con ambas manos.
— Sé cuánto me amas, pero…
— Pero vamos a la cama… y te demuestro también cuanto te deseo.
La tomé por los muslos y la impulsé encima de mí, ella coló sus brazos sobre mis hombros y me abrazó. Sus labios fríos se posaron sobre los míos y me besó con fuerza. La llevé hasta nuestra habitación y la acosté en la orilla de la cama.
— Tengo la dicha de hacer el amor con la mujer más hermosa de todas ―dije después de besar su ombligo―ningún hombre puede ser más afortunado que yo ―dije mirando con avidez su sexo y colocando sus piernas sobre mis hombros; y cuando hube sumergido mis labios en ella, Sofía soltó una sonrisa.
— Tú también eres el mejor ―dijo agarrándome por el cabello.