La tarde transcurría tranquila desde la pequeña sala de aquél apartamento dónde vivían seis chicas. Cuatro de ellas no se encontraban allí, felizmente disfrutaban de sus merecidas vacaciones mientras las otras dos aprovechaban de la paz que emanaba el sitio.
Una cabellera rubia se asomaba por el borde del espaldar de aquél mueble enorme donde había estado la mayoría de la tarde tirada. Miraba fijamente al televisor que se encontraban frente a sí, sus audífonos puestos y el control de la consola de vídeo juegos entre sus manos, el ceño fruncido en señal de concentración y una de sus piernas subiendo de arriba a abajo con desesperación, algo estaba inquietando a la joven.
Ida y venida, sus ojos se turnaban cada segundo del televisor al reloj de pared junto a él, esperando que marcaran las 10pm para al fin ver a su compañera de casa.
Desde hacía mucho tiempo reconocía su atracción por la mayor pero lo ocultaba debido al miedo que tenía de perder siquiera la amistad de la otra muchacha, sin embargo, sabía de sobra que tenía muy pocas oportunidades (por no decir nulas) con ella.
A Choi le gustaban las chicas delicadas, de sonrisa brillante y actitud femenina. Que pudieran usar tacones y vestidos todos los días, alguien a quién poder mostrar con orgullo como si de un llavero se tratase; simplemente se sentía poca cosa al compararse con todas las chicas con las que la pelirroja había tenido una relación y que justo en este momento se encontraba en una...Ese simple recuerdo la hacía suspirar y pensar ¿Si quiera será feliz? ¿Por qué tiene que ser ella, entre tantas personas en este mundo?
Hace un par de meses, había empezado a salir con una chica llamada Roseanne.
Se le veía muy contenta y ambas compartían el gran gusto por cantar y tocar guitarra, ¡Qué mayor partidazo que ese! Trataba de pensar.
Simplemente no la quería, algo en sí decía que todo estaba yendo por el rumbo que no era porque la verdad no creía que todo fuera de maravilla.
Un portazo proveniente de la casa la exaltó y sacó de sus pensamientos, quitando sus audífonos inmediatamente y poniéndole pausa al juego.
Se levantó con cuidado y dirigió su vista a la pelirroja que de espaldas a ella se quitaba su gabardina, colgandola en el perchero junto a la puerta.
Trató de acercarse a la mayor cuando un pequeño quejido salió de esta, acompañado de un suspiro triste y ahora una cadena de llanto. No dudó mucho en brindarle un abrazo a pesar de que esta actitud nunca se la demostrara.— Hey, Yuna ¿Qué sucede? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras? — bastante desconcertada se dirigió a la más alta, que solo se dispuso a limpiar parcialmente el rastro de sus lágrimas. Ni una palabra fué emitida en un transcurso de 10 minutos, creyendo que algo estaba mal pensó en hacer algo pero fué sorprendida al ser arrastrada con cuidado hasta su propio cuarto donde la mayor la suelta y se dirige a la cama, se acuesta boca arriba en ella y suspira pesadamente.
— “EunBi, he roto con Roseanne"—.
Esa frase fué suficiente para proseguir a tirarse encima de la chica, cubriéndola enteramente con su cuerpo, tratando de brindarle algo de cariño poco usual en si misma, en esta situación. La vió directamente a los ojos, suspiró y se dedicó a apoyar su cabeza sobre el pecho de la otra, sintiendo un ritmo muy acelerado de su corazón ¿Qué te han hecho ahora, Choi?
—“De verdad no sé qué estoy haciendo mal, todas mis relaciones van en picada y a pesar de que dé todo de mí simplemente las personas no se quedan a mí lado ¿Soy muy fastidiosa? ¿Intensa? ¿Qué hago mal EunBi?—.
La voz de la mayor se rompía conforme se abría paso en sus inseguridades, aquello se clavaba en su corazón y la hacía sentir impotente en este caso. Solo podía respirar profundo y abrazarle.
— ¿Sabes que nada de lo que dices es verdad? Tienes muchas cualidades positivas, créeme. Ya llegará alguien que te haga sentir especial, tal cuál te mereces desde siempre—.¿Yo dije eso? Justo en ese instante quería que la tierra se la tragara pero sin duda, antes quería a la gran babosa de Yuna de vuelta. Sintió como las manos de la mayor se apretaban y acomodaban a sus costados, lo cual, con cada roce sentía temblar sus fibras.
—“¿Y si, lo que siempre quise ha estado junto a mí desde hace mucho?"— Levanté mí cabeza con dudas por sus palabras cuando en cuestión de segundos me encontraba besándola. Choi Yuna me estaba dando un beso.
Un beso.