23 - HERMANOS

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Draco

No puedo evitar reírme al ver cómo mi hermanita se ha librado de Max. Creo que voy a contratarle como guardaespaldas cada vez que necesite intimidad. La verdad es que es muy efectiva.

—Pobre... En el fondo me da pena.

Me vuelvo al escuchar las palabras de Ángela y en mi rostro se dibuja una tierna sonrisa. ¿Cómo puede ser tan buena?

—¿Hubieras preferido que se quedara ahí mientras te daba las buenas noches? —pregunto con picardía.

—No... Yo... Es que...

Empieza a ponerse colorada y no puedo evitar mirarle con ternura. Está tan bonita cuando se pone así.

—Pues yo me alegro de que se haya marchado —digo cogiéndole la barbilla —, porque llevo todo el día deseando hacer esto.

Acerco su cara a la mía y le doy un tierno beso. Ella no se lo piensa dos veces y coloca sus manos en mi cuello apretando su cuerpo al mío. Está claro que ella también lo estaba deseando.

Cuando nuestras lenguas se unen en una danza sensual, todo empieza a subir de tono. Nuestro beso se vuelve más apasionado, más necesitado. Mis manos se mueven por sus costados dibujando cada una de sus perfectas curvas mientras ella acaricia mi torso. Eso me pone a mil.

Cuando su pequeña mano hace intención de meterse en mis pantalones, algo hace click en mi cabeza provocando que me separe de ella bruscamente.

—¿Qué haces, Ángela? —pregunto asustado.

—Yo... —responde avergonzada —. ¿Es que no te gusto?

Le observo completamente sorprendido. No entiendo qué es lo que le pasa. Ella siempre ha sido tan dulce, tan recatada... Además, tan sólo tiene doce años. Es una cría.

Me paso la mano por el pelo mientras doy vueltas nervioso claramente confundido. Jamás me hubiera esperado un comportamiento así por parte de ella. Ella no es como el resto de su generación. Ella es especial.

Espera... ¿A ver si va a ser eso?

Me vuelvo a mirarle. Está ahí, parada, con la cabeza gacha. Seguramente completamente avergonzada o dolida por mi rechazo. Eso me entristece. No quiero que piense eso de mí.

Rápidamente me acerco a ella y le abrazo. Para mi desgracia, se echa a llorar.

—Lo siento mucho, Ángela —digo dándole un beso en el cabello —. Sé que no es culpa tuya. Seguramente son las hormonas. 

—No eches la culpa a las hormonas —me reprende entre sollozos —. Si no te gusto, dímelo y punto.

—Claro que me gustas —contesto cogiéndole el rostro con las manos y limpiando sus lágrimas con mis dedos —. Me gustas más de lo que pudiera imaginar, pero no quiero hacer las cosas así, Ángela. Eres muy joven. Tienes todo el tiempo del mundo y quiero hacer las cosas bien contigo. Vamos a ir despacio, por favor.

Ella esboza una ligera sonrisa conmovida ante mis palabras.

—Yo... Lo siento —se disculpa —. No sé qué me ha pasado. De repente, tenía muchas ganas de ti.

Una tierna sonrisa se dibuja en mi rostro.

—Yo también tengo ganas de ti —le indico colocando un mechón de pelo detrás de su oreja.

—¿En... en serio? —pregunta con miedo.

—Sí, pero voy a ser paciente. ¿Sabes por qué? —Ella niega. —Porque, como te he dicho, quiero hacer las cosa bien. Tú eres más para mí que un cuerpo bonito, por eso no voy a hacer nada contigo. No hasta que no estemos seguros de nuestros sentimientos. Dime. ¿Te parece bien?

DC XII:LA REINA DEL MUNDO √Donde viven las historias. Descúbrelo ahora