Las hadas son seres muy místicos, llenos de amor y bondad. Son dueños del bosque y de su magia. Pueden obtener todo lo que deseen hasta el amor infinito. Lo único que no pueden hacer por las noches es mirar la luna, ya que su luz las atrae, enamorándolas y haciéndolas volar hacia ella llegando al punto de no poder respirar por la falta de oxigeno que hay cerca de ella. Como dicen en el bosque "es un amor con una muerte anunciada"
Iba volando cuando me tope con un cazador en el bosque, se encontraba extraviado, había perdido su foco de luz, estaba muy oscuro.
El cazador contemplo al hada y se sentó bajo un árbol, el hada se posó en una flor, se había cruzado en pensamientos y ambos decidieron acompañarse esa noche.
El cazador miro por entremedio de las copas de los arboles y se asomaba la luna, blanca, gigante, hermosa. -Mirad la luna hada, es bellísima- El hada celosa negó con su pequeña cabeza. -No me gusta la luna- dijo. El cazador lo miro y recordó la historia de las hadas y la luna. - ¿Alguna vez ha pasado eso? Preguntó el cazador –¿Eso? - respondió el hada -Sabes si ¿alguna vez un hada a muerto por mirar la luna? - El hada quiso mirar al cielo, pero no lo consiguió. -Nunca he visto que suceda, pero si hay muchas historias en este bosque- argumento el hada – Ya veo- termino diciendo el cazador, dándose media vuelta para dormir.
Al día siguiente el sol ya hacia en el cielo, el hada se despertó y el cazador ya no estaba. Pero lo que si había era un tallado en el tronco de un árbol que decía "si mirar al cielo te mata, es mejor morir con esa belleza en tu mente que morir sin haber visto las estrellas" El hada llevo sus manos el tallado y se alejó volando.
Esa mañana el bosque dormía, pero él seguía despierto, no olvidaba la paz en la mirada del cazador al ver el cielo nocturno. El hada sentía celos. Cayo la noche, los seres mágicos volvieron a Salir de sus sueños, el bosque cobraba vida.
El hada sumergida en pensamientos, angustias y curiosidad deambulaba sin cesar. Se poso en la copa de un árbol y miro al horizonte un pensamiento cruzo por su mente "estamos destinados solo a mirar hacia delante, no existe la posibilidad de mirar hacia arriba ¿y que pasa si el horizonte se acaba?
El invierno cayo, el brillo del aluna desaparecía cada noche bajo el cielo abrumado de nubes. El hada miraba al cielo, buscando aquel destello, pero no lo encontraba y así pasaron seis meses de oscuridad y valentía.
Cuando llego la primera noche de primavera la Luna de forma poderosa asomo sus destellos en el inmenso cielo. El hada voló hacia la copa del mismo árbol que durante seis meses atrás había sido su centro de desahogos.
Esa noche el hada recordó el tallado del cazado. Tomo aire, unas lagrimas cayeron por sus mejillas. Estaba listo.
Su vista fue directo a la luna, sus ojos violetas fueron iluminados por un destello impresionante, su corazón se llenó de un sentimiento que lo quemaba por dentro, su fuerza se sentía mayor. Sus alas comenzaron a moverse y el hada escuchaba el llamado de la luna. Un flash de ideas pasó por su mente y emprendió el vuelo. Una parte de sabía que era el fin, pero otra parte le decía que esta era la sensación de verdadero amor.
La luna lo miro, su brillo se extendió como si abriera sus brazos. Cuando el hada sentía que su aliento se acababa escuchó un "te amo" abrió sus ojos y un destello atravesó su pech, sus alas se hicieron polvo y su cuerpo poco a poco se transformaba en luz. Sus ojos se volvieron negros y su cabello rojo, sus manos eran extensiones de luz y su corazón se desprendía de su cuerpo convirtiéndose en estrella.
Comprendo que la noche tenia tanta magia por que cada estrella era un corazón de hada enamorad de la luna que, si bien perdieron su cuerpo, la luna nunca los abandono, los dejo junto a ella todas las noches de sus ciclos.
El llamado de la luna es para los mas puros y solo ellos tienen el derecho de ser parte de este hermoso paisaje. Si bien podemos obtener polvo estelar con una plegaria y un par de velas, no es estrellas lo que tenemos si no son restos de polvillo de las alas de todas las alas que cada noche pierden lo terrenal para ser inmortalizadas en el paisaje nocturno.