Capítulo 35

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Dmitry.

Estoy aguantando demasiado bien, me estoy admirando yo mismo con la paciencia que he sacado, no me caracterizo precisamente por ser una persona paciente.

Las últimas semanas he tenido demasiada de la misma, pero sé que en cualquier momento explotaré, el volcán que está creciendo y asentándose dentro de mí no durará mucho ahí retenido.

Millers me saca de mis casillas.

Esta mujer tiene ese maldito poder. Se mete en cada lío, es una bomba de tiempo, espontánea, la caja de pandora, sorpresas y sorpresas. Me colma todo, me enoja, me encabritado y luego me excita, vaya combinación, excelente por ti Dmitry.

Mentalmente me pego.

—Enciérralo en el subterráneo, iré en un momento —le ordeno.

Vladimir asiente con respeto y eficiencia, es mi mejor soldado, aunque hay muchos buenos.

No me aparto de la puerta hasta que lo veo desaparecer, es hasta entonces que decido cerrarla con lentitud. Dejo la frente unos segundos sobre la madera oscura. Necesito relajarme y tomar ese bendito fármaco que evitará mi ansiedad.

—Petrov...—levanto mi mano indicándole silencio.

Se detiene. Respiro profundo y luego inhalo. Necesito contar hasta diez para ralentizar mi respiración.

—¿Cómo sucedió esto? —lanzo la primera pregunta.

La escucho moverse por la habitación, cosas ser tomadas, hasta el leve sonido de la toalla al caer. Hay micho silencio.

—Si te digo que tengo explicación, estoy mintiendo entonces —contesta sincera como siempre.

—¿Te das cuenta de lo que significa esto? —giro en mi propio eje para darle el frente. Ni que esté sin sostén aminora la ira que quema mis venas —. Están asechando mi guarida, mi fortaleza, el lugar de la poca tranquilidad que tengo —avanzo hacia ella, no aparta la mirada en ningún momento de la mía, sigue en lo suyo hasta quedar vestida con una ligera pijama —. La poca paciencia que tengo se está agotando, está así, a nada de acabarse —señalo con un ademán entre el pulgar y el índice de mi mano.

—¿Estás queriendo decir que yo soy la culpable? —las aletas de su nariz se dilantan al respirar como toro bravo.

—Es justo lo que dices —respondo como afirmación.

—Eres un completo cretino sabes —ahora está respirando justo en mi cara, es por unos cuantos centímetros más baja, pero no es del tipo chaparra, ella es alta. Odio que siempre me conteste como si somos iguales —. Si esto está pasando es también por tu culpa —pincha un dedo en mi pecho.

Tomo su mano apartándola como fuego.

—Aquí yo no soy el idiota que no piensa —ahora yo pincho su pecho —, ¿Por qué demonios se te ocurre andar como Pedro por tu casa? Cuando no puedes.

Retrocede con evidente rabia. Quiere golpearme, si lo hace juro que la amarrare y azotaré su bonito culo hasta dejarla sin poder sentarse algunas dos semanas.

—¡A mi no me llames idiota cretino! —el chirrido de su voz hace eco en el tímpano de mi pido, es molesto.

—Deja de gritar como loca, maldita sea, sabes que no me gusta.

—No soy tu esclava como para no hacer lo que no te guste —refuta —. Grito cuantas veces se me pega la regalada gana, ¿Cómo ves?

Pasa por mi lado chocando su hombro con el mío. Busca entre su ropa tirada en el piso la navaja que siempre carga.

ALÉJATE © [Corrigiendo] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora