Él nunca había creído que el amor fuera bonito, más bien lo consideraba un mal necesario y aunque sabía que las relaciones se terminaban, él siempre se arriesgaba a salir con alguien.
Su actual novia siempre fue consciente del mal que padecía: considerar el amor una mierda y acabar con sus relaciones de una manera tortuosa.
Ella creía que podía hacerlo cambiar, pero no le resultó nada sencillo. Sabía que ese chico de ojos oceánicos amaba la mermelada, solía prepararle mermelada casera y llevarla a su casa, él la recibía encantado pero la acababa tan pronto como llegaba.
Courtney odiaba la mermelada con la mantequilla de maní. Le gustaba la mermelada con cualquier otra cosa dulce hasta empalagarse.
Kurt amaba la mermelada con mantequilla de maní, le gustaba acompañarla de algo que contrastara con su dulce sabor.
Kurt y Courtney eran adolescentes de diecisiete años descubriendo una relación en la que uno no ponía de su parte pero igual era el hombre más dulce del mundo y la otra era muy empalagosa al punto de llegar a hostigar al rubio.
Todos somos personas capaces de reconocer estas cosas, su apariencia era lo que eran.
O eso creía Courtney.
Decidieron probar algo que a ojos de sus amigos era falso.
Courtney insistió en que fueran a la fiesta de cumpleaños de Axl. Un chico de su instituto que iba a último año.
Kurt se negó a ir pero tras la insistencia de sus amigos también, pues... Alcohol gratis. Lo convencieron.
La pareja iba con sus manos entrelazadas, Courtney llevaba un vestido azul marino precioso y su cabello revuelto como siempre, sus zapatillas eran del mismo color que el vestido.
Según ella, su novio no se esforzó, una camisa blanca con dibujos animados, un jeans desgastado, sus converse de siempre y su cárdigan.
La noche era fría así que el cárdigan de algo le servía al rubio.
Se detuvieron frente a la puerta de madera, la música era alta, molesta según el ojiazul. Dentro solo se distinguían siluetas por las luces de colores y afuera ya había un que otro soldado vomitado.
Courtney tocó el timbre.
Axl abrió.
Ella quería fingir que la mirada de sorpresa del pelirrojo hacia Kurt no fue nada raro, quería creer que Axl le sonreía de esa manera a todo el mundo. Iba a pensar que la mano del pelirrojo en la cintura de Kurt solo fue un gesto de amabilidad.
La primera ronda de baile fue divertida, su novio se aburrió a los minutos y fue por bebidas, finalmente ella decidió seguir bailando mientras que él se quedaba sentado en el sofá de la bonita casa.
Llegó un punto en el que Kurt desapareció, la chica se asustó, no quería que le pasara nada en la casa de alguien, según ella, desconocido.
Subió al segundo piso y caminó por el amplio pasillo, entró a cada habitación sin encontrar nada, se quedó dentro de una, ella suponía que era la habitación de Axl por los pósters y las sábanas algo desordenadas.
El ruido de la puerta abriéndose la puso alerta, se metió en el armario al distinguir la voz del dueño de la habitación, la iba a tratar de metiche y chismosa, no quería eso.
Un chasquido la hizo observar entre las rendijas de la puerta del armario, pudo distinguir la cabellera rubia de Kurt fácilmente, se asustó cuando el pelirrojo lo estampó contra la pared con una fuerza asombrosa, casi juraba que estaban peleando.