Chicago siempre había sido una de sus ciudades favoritas, de principio a fin, además era la casa de su equipo de béisbol favorito, Los Chicago Cubs no era la primera vez que los había visto jugar, tampoco sería la última, pero si era la primera vez que iba a un juego de béisbol desde su operación.
Los juegos de béisbol de la escuela no contaban porque él a veces se quedaba para los entrenamientos, pero a los juegos como tal jamás iba, no tenía explicación para ello, solo que no sucedía, a pesar de que Rush le había invitado infinitas veces a ellos siempre que podía, en especial cuando se reunían en ocasiones los domingos para hacer de los mejores asados, unos que no podía faltar, no desde que la primera vez lo hizo y sus compañeros le recriminaron no haberlo hecho. Eran de sus mejores tiempos, reían sin parar, a veces hablaban de juegos y otras veces de la escuela.
Simon se había acostumbrado a su vida en el último año, adoraba a los chicos, adoraba ser profesor y aunque su sueño de ser beisbolista se truncó, el deseo de ser un buen maestro creció de una manera casi que increíble en meses, por lo que él crecía fervientemente que una cosa podía compensar a la otra.
Ahora mismo no sabía si se veía nuevamente en la cancha, de lo que estaba seguro era que se veía nuevamente entrando a un salón de clases para enseñar a sus chicos. Eso y Milena fueron sus dos alicientes para volver a entrar a un juego y esta vez mirarlo desde las gradas.
Cuando su prometida apareció de la nada con dos boletos para ver a su equipo favorito jugando en su propia casa, estuvo a punto de llevársela para la primera notaria que encontraran y hacerla de una vez por todas su esposa, pero no lo hizo porque ya faltaba poco y su familia luego lo mataría, sin embargo, su emoción era demasiado grande para dejarlo pasar así que estuvo besándola toda la noche.
Se encontraban en el estadio Wrigley Field con el juego a punto de empezar. Milena se encontraba comiendo una pizza mientras esperaba que todo comenzara, mientras Simon estaba más nervioso que de costumbre. Cosa que su psicólogo le había dicho iba a ser normal, la morena le dio de su pizza como si fuera una madre y aunque se negó a primera instancia, la acepto luego de que ella le mirase con ojos acusadores.
Loras por el otro lado se encontraba de lo más tranquilo a su lado comiendo su hot dog esperando que empezara el juego. Su novia y su mejor amigo habían planeado todo para que este fuera un gran día, incluso llevaban camisas a juego y se encontraban acompañando al chico, cosa que les agradecía grandemente.
Al momento que el juego empezó todo en el lugar desapareció para Simon, su visión y su mente estaban nuevamente en el juego, miro cada uno de los movimientos que realizaron los jugadores, corrió mentalmente con la pelota, grito como nunca cuando hacían un Home Run y soltó algunas amonestaciones cuando el equipo contrario hacia algo que a él no le agradaba.
Por poco termina regando toda la gaseosa al ver una increíble carrera de su jugador favorito, rio con varios chicos detrás de él que estaban igual o peor que él y por poco daña su gorra cuando por un strikeout casi pierden el partido, pero el equipo supo cómo reponerse.
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ARRIÉSGATE CONMIGO | LIBRO #3 |
Teen FictionSimón Fitzpatrick tenía sueños, su vida puesta en una balanza eran más cosas buenas que malas, era maravillosa, hasta que vio como el sueño que había construido durante toda su vida se destruyó en pocos segundos. Para un deportista decirle que no p...