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¿Crees que nuestro amor dure para siempre?¿Crees que nuestro amor durará?~

Así fue. Algo que pasó tan rápido, tan sexy, tan alocado, que a veces no teníamos idea de que mierda pasaba a nuestros alrededores, y por eso puedo asegurar, que no me controlé en ningún momento... pero aún así... sin importar los incontables excesos, puedo recordar cada detalle, desde el principio al final.

Los días eran amarillos, los atardeceres naranjos y la noche era de azul rey con estampados blancos en forma de estrellas. En resumidas cuentas, el verano había llegado, pero esta vez era más intenso... más ardiente que lo acostumbrado, y mi mejor amigo y yo queríamos quemarnos completamente en ese fuego. Ser consumidos por la locura de una aventura desenfrenada de verano.

A diferencia de lo que la gente piensa, ambos tenemos 24 años, aún nos ven como si recién estuviéramos entrando en la veintena, pero no, tenemos 24 años... 24 años que hemos malgastado patéticamente en ser los hijitos de papá y en crear la vida perfecta digna de Barbie y Ken. Tantos años estudiando hasta caer dormidos sobre el escritorio, tantos años siendo corteses hasta con el patán más molesto o aburrido, tantos años intentando ser el próximo orgullo de la familia, tantos años fingiendo ser alguien que no nos apetece ser... tanto tiempo desperdiciado, tanto que ya la escapatoria de esta monótona vida no aparecía por ningún lugar ante nuestros ojos, y la locura, la libertad, la pasión y ninguna de esas cosas está interesadas en nosotros, y por ello nosotros corrimos hacia ellas. Ya no importaba nada, dejaríamos toda esta mierda, aunque sea por unos momentos seríamos malditamente salvajes y libres, luego podríamos morir felices pensando en que por un instante hicimos lo que nosotros quisimos.

El momento de enloquecer llegó cuando un amigo, quien era el imbécil al que más envidiábamos en el mundo, nos llamó. Yuta era un vividor, no se quedaba quieto, no tenía una rutina, un trabajo estable, una vida calmada ni ninguna de esas mierdas que la gente supone que forman parte de la pócima para conseguir la felicidad. El solo vivía como quería, trabajaba cuando ya no tenía a quien sacarle dinero, buscaba lo primero que se le ocurría y trabajaba por un tiempo. Al obtener lo que quería, se subía en la furgoneta que le robó a su padre y se apoderaba del mundo sobre sus 4 ruedas. Y aún con las pocas cosas y el poco dinero que llevaba sobre su automóvil, siempre montaba fiestas, donde fuera, en la playa, en la casa de un amigo, en lugares abandonados, en las esquinas de una carretera solitaria, etc. Donde ponía el pie, montaba juergas, y nosotros siempre éramos invitados. No importaba que por el trabajo o los estudios nunca hayamos ido a enloquecernos con el, siempre llamaba, nosotros formábamos parte del microscópico círculo de personas con las que tenía una relación seria, por eso el siempre nos iba a buscar. Cabe agregar, que no por eso el se comportaba diferente con nosotros y lo veíamos todos los días. El era solo una persona, devastadoramente sincera y con solo un rostro, su rostro alocado y libre, el cual le llevaba a largarse hacia cualquier lugar. A veces pasábamos meses sin saber de el, pero siempre que volvía y lo encontrábamos podíamos ser los mismos de siempre, como si no se hubiera ido nunca. Era casi un trato el que hicimos cuando nos volvimos amigos en el instituto, no importaba los caminos que siguiéramos ni que hiciéramos en la vida o con nuestras vidas, siempre nos tendríamos, y aunque pasaran miles de años de no vernos, cuando nos volviéramos a encontrar siempre podríamos hablarnos tan normalmente como la última vez que nos vimos. Éramos y somos amigos, así simple y llano y por eso el siempre llamaba, aunque últimamente ya lo hacía por bromear y como excusa para saber de nosotros, porque sabía que nos volvimos en unos patéticos idiotas presos del trabajo y de las apariencias, y por eso nunca aceptábamos... hasta ese día. No sabía que estaba bebiendo en ese momento, pero se atoró por un largo instante cuando le dije que si iría a una de sus locuras.

-¡Mierda! ¿Es en serio Doyoung? ¿Vendrás?

Me preguntó al otro lado del teléfono, sin creerlo.

Sexo, Alcohol y Rock and Roll ¿Qué será de nosotros dos? | Jaedo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora