Capítulo 2. La primera noche.

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- Chica. – dice alguien desde la puerta. Levanto la cabeza rápidamente, pero decido quedarme en la esquina del Hoyo resguardada entre las sombras. – Eh, vamos, sé que estás ahí.

Han pasado por lo menos un par de horas desde que me encerraron. He ideado mil y un planes de escape pero ninguno es coherente. Además, cada vez que trato de recordar algo anterior a la jaula, la cabeza comienza a dolerme y despierta en mí una especie de ansiedad. Termino por levantarme y me acerco con precaución. Hay dos chicos en la puerta, los dos que me han ayudado a salir, aunque eso no significa que pueda confiar en ellos.

- ¿Qué queréis? – cuestiono.

-Es hora de que salgas de aquí. – me dice el que me tendió la mano desde arriba. – Tienes que conocer el Claro.

- ¿El Claro? – ya estoy a un metro escaso de la puerta, permitiéndoles que me vean.

- Sí, así es como llamamos a todo esto. – dice el otro. Si no me equivoco, le han llamado Fritanga.

- ¿Por qué no recuerdo nada? – pregunto. – ¿Cómo sé que sois de fiar?

- Nosotros llegamos aquí igual que tú. – me explica el primero. – Créeme, pronto recordarás tu nombre.

Abren el candado y seguidamente la puerta. Me tienden una mano y esta vez la acepto.

- Gracias.

- Por fin me dejas ayudarte. Soy Fritanga. – se presenta. – Y él es Thomas.

Asiento, pero no añado nada más. Ni si quiera tengo un maldito nombre con el que presentarme, aunque prefiero no seguir obsesionándome con ello. En cuanto dejamos atrás el Hoyo llegamos a una especie de cabaña desgastada. Parece estar a punto de venirse abajo, pero intuyo que es más resistente de lo que aparenta. A su lado, bajo una techumbre de madera y al aire libre, también hay varias hamacas colgadas y mantas por el suelo.

- Esto es la Finca. – me explica Fritanga. – Para dormir y descansar, aunque no es lo más habitual aquí.

Me enseñan también los jardines de los cultivos, el matadero y la choza en la que se reúne el consejo. Todos los chicos están trabajando en las diferentes tareas, pero en cuanto me ven pasar se detienen para observarme.

- Aradores, constructores, carniceros... – comenta Fritanga. Sé que me ha nombrado varios trabajos más, pero no le he prestado demasiada atención. – Se supone que debes elegir uno después de la visita guiada del líder.

Me detengo en seco, al igual que ellos dos, y miro a Fritanga con el ceño fruncido.

- ¿Tú eres el líder? – pregunto, a lo que ambos se ríen.

- No, claro que no. Yo trabajo en la cocina. Soy el encargado de que estos larchos no se mueran de hambre.

- ¿Tú? – esta vez me dirijo hacia el otro chico, Thomas, pero el también niega con la cabeza. – ¿Entonces por qué me dais vosotros la visita? ¿Quién es el líder?

- Yo soy el líder. – una voz suena a mis espaldas, así que me giro de inmediato para encararle. En cuanto le veo entrecierro los ojos, dudando de si es quien yo creo o no.

- Pensamos que no te apetecería que Newt te enseñara todo esto después del incidente con el coco. – comenta Thomas con ironía.

Abro mis ojos por completo y siento mis mejillas enrojecer. Es el mismo chico al que he golpeado antes de salir de la jaula. Maldita sea, ¿cómo diablos puedo haber tenido tan mala suerte como para darle al líder?

Su flequillo rubio cae despeinado por su frente, pero entre ellos puedo ver un moratón en la zona en la que ha impactado mi coco. El chico está de brazos cruzados y serio. Quizás por eso me hayan tenido encerrada y quizás vuelvan a hacerlo de nuevo. Me imagino lo peor, decenas de castigos por agredir a su líder. No obstante, una sonrisa aparece en el rostro de Newt y por fin puedo volver a respirar con tranquilidad.

Incluso si no te recuerdo | Maze RunnerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora