Poco le costó a Alba convencer a su padre de que Aitana fuera a casa a comer con ellos. Es verdad que Aitana va con pies de plomo y espera siempre el permiso que cree que Luis debe darle antes de actuar. Así que se gira hacia él cuando la niña le pregunta, esperando su decisión.
Lo hace nerviosa, con algo de miedo a que su tiempo con la niña haya acabado ya sin saber muy bien cuándo podrá verla de nuevo, pero encuentra en su mirada algo que hacía mucho tiempo que no vislumbraba. Ilusión. Cuesta decir quién de las dos está más ilusionada y sonríe con más fuerza después de que Luis coincida con su hija en que es una buena idea que coman juntos.
Alba tira de la mano de Aitana con fuerza cuando esta acaba de terminar su comida, insistiendo en que vaya a su cuarto para poder enseñarle sus regalos de su quinto cumpleaños.
Aitana, de nuevo, alza la mirada hacia Luis, que solo tiene miedo de que la niña acabe cayéndose hacia atrás de la fuerza que está haciendo para que Aitana se levante.
Luis oye de fondo las voces de Alba y Aitana creando una melodía que le transmite paz y calma. Continúa fregando los platos dejándoles su espacio para recuperen un tiempo que no sabe si les ha robado él mismo.
Alba saca juguetes ilusionada, con miedo a olvidarse de enseñarle alguna de sus más recientes adquisiciones. Aitana escucha cada palabra mal pronunciada con atención y una sonrisa tonta curvando sus labios.
Muestra interés por cada juguete y se recrea en cada risa de la niña que termina de ponerle color a un mundo que desde hace un tiempo le parece que es solo una escala de grises.
Agradece que Luis les esté dejando su espacio para devolver a la vida esa conexión entre ellas que ahora parece que no se apagó nunca.
Alba está contenta y esa es la sensación más cercana a la felicidad que ella ha sentido desde que las emociones parecen apocadas por los fármacos y su propia cabeza.
Alba se pone de pie sobre el colchón, lo que probablemente no le haga mucha gracia a su padre si la ve. Antes de que se apoye en la balda poniéndose de puntillas para rozar con sus deditos la radio, Aitana se adelanta y se la tiende para no tener que arriesgarse a tener un accidente.
Alba le hace sentarse a su lado explicándole lo genial que es ese regalo que le hizo su abuelo y lo mucho que le gusta poner música y bailar después de la siesta.
Es imposible que la inocencia de la niña no sea un soplo de vida cuando le explica sus mil teorías de cómo es posible que de esa caja salgan sonidos.
-Estabas aquí dentro-dice señalándola después de que le deje a Aitana tocar ese objeto de extremado valor para ella que muy pocas veces deja que Luis coja.
Alba dice que ha sido como la lámpara de los deseos de Aladdin, que también se escribe con "a" como el nombre de las dos.
Aitana sonríe enternecida deseando ser de verdad ese genio capaz de concederle cualquier deseo a la pequeña que le mira tras esas gafas que se le resbalan por el puente de la nariz .
Luis se asoma a la habitación después de haber recogido y dejado preparadas las cosas de Alba para llevarla después a casa de Noelia.
Con sigilo, cuela la cabeza por el marco de la puerta para saber por qué de repente sus voces se han ido confundiendo con el silencio.
Es cierto que está convencido de su decisión de volver con Aitana casi a un cien por cien, solo nublado por una ínfima duda que vive en una esquinita de su cabeza, cuya voz hace eco en toda su cerebro.
Una pequeña duda que queda reducida a nada cuando las encuentra dormidas abrazadas la una a la otra.
El aire que se escapa de la nariz de Aitana es una suave brisa que hace bailar algunos pelos de la melena de Alba, que duerme con la cabeza y un puño apoyados sobre el pecho de Aitana que la envuelve entre sus brazos.
ESTÁS LEYENDO
Canción Desesperada (II)
RomansSegunda parte de Canción Desesperada. 5 meses después. ¿Cuando lo has perdido casi todo, por qué merece la pena seguir?