CAPÍTULO IX: GUL

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El reloj marcó la media noche y yo seguía viendo el cadáver de Louis sobre el sofá. La luz de la luna me permitía ver con claridad el orificio que había dejado la bala en la sien de la anciana. También podía ver la manera en que la sangre fluía desde el sillón cubierto de hule hasta el suelo en un goteo constante que provocó un enorme charco de tonalidad oscura.

Habían pasado veinte minutos desde el asesinato y era la segunda vez que la misma patrulla pasaba por la calle con las torretas encendidas y con la sirena apagada.

Era claro que el disparo había sido escuchado en toda la cuadra y que muchas personas lo reportaron, pero también era claro que nadie tenía la certeza de haber escuchado precisamente un disparo y mucho menos de saber de dónde provino ese sonido, por lo que la policía no podía hacer nada más que rondar la cuadra en busca de algo sospechoso.

Me acerqué al cuerpo de Louis y puse el arma en su mano derecha después de haberla limpiado exhaustivamente. Me encargué de que sus dedos hicieran presión por toda la superficie del artefacto y dejé el brazo tal y como había quedado cuando cayó; luego fui a la mesita, tomé la veladora y la metí en una bolsa de plástico para guardarla en mi mochila junto con el pedazo de pergamino del que habían desaparecido las letras negras, dejando únicamente las firmas de sangre de Randal y Louis.

Suspiré de alivio.

Mejoraste considerablemente, Nicky. A diferencia de lo que hiciste con Randal, esta escena del crimen te ha quedado casi perfecta.

Fue gratificante escuchar eso.

Subí al segundo piso de la casa y entré a una habitación que tuviera ventana hacia la calle para poder ejecutar la segunda parte de mi plan, el cual también había sido premeditado con mucho cuidado.

Para las dos de la mañana la calle estaba en completo silencio y a oscuras. Las casas ya no despedían luz salvo por una o dos habitaciones inundadas por una emisión blanca y brillosa proveniente de ordenadores encendidos por jóvenes y adultos con gran necesidad de estar actualizados en información irrelevante para crecer como persona.

Una hora después la patrulla dejó de pasar por la calle, pero un nuevo vehículo la sustituyó. Mi plan marchaba a la perfección.

Era el Castrador.

Mi corazón comenzó a latir con fuerza y sentí mis glándulas suprarrenales liberar adrenalina en mi torrente sanguíneo al ver al Castrador bajar de su camioneta estacionada cruzando la calle.

Imaginé que él me seguiría y fantaseé con lo que le diría y cómo lo asesinaría, pero al ver que realmente estaba pasando, fui consciente de que ni siquiera era capaz de controlar el temblor en mis manos ni la sangre que se acumulaba en mis músculos para escapar.

Corrí escaleras abajo y me recargué sobre la pared que separaba la sala de la cocina. La puerta delantera estaba cerrada con llave y lo más lógico era que el Castrador entraría por la puerta del patio.

Estaba repitiendo la misma fórmula que había aplicado con Randal: acechar en la oscuridad, anticipar los movimientos de la víctima y emboscarlo. La única diferencia sería que no lo iba a asesinar. Por lo menos no aún.

Había muchas preguntas que tenía la necesidad de hacerle y no perdería una valiosa oportunidad como esa.

La puerta del patio se abrió con el mismo rechinido que liberó cuando yo la abrí y después dejó escapar un leve sonido hueco con el que supe que el Castrador ya estaba dentro de la casa.

El sujeto tenía los pies ligeros y escuchar sus pasos para tratar de deducir la distancia que lo separaba de mí me resultó una tarea de lo más compleja.

Ataca ―me susurró la voz en mi cabeza en cuanto pude ver la silueta negra del hombre entrando a la sala.

No ―respondí en mi mente.

Una curiosidad por saber la forma en la que actuaba este sujeto se apoderó de mí. Había castrado a Randal para llevarse el pene y los testículos. ¿Estaba buscando hacerle algo a Louis?

El Castrador se acercó demasiado al cadáver, extrajo de un elegante estuche de cuero negro una especie de navaja que reflejaba la luz de la luna que se colaba por las ventanas y se puso de rodillas.

Arruinaría todo.

Salí de mi escondite a toda velocidad con un pedazo de soga extendida entre mis manos, el Castrador giró para verme con unos ojos inundados en pánico y dejó caer su instrumento y el estuche.

―Esper... ―No le di oportunidad de terminar su frase suplicante. Había otro lado que había preparado exclusivamente para este sujeto en el que le permitiría hablar.

Puse la soga estirada alrededor de su cuello y tiré fuertemente de ella obligándolo a caer sobre su espalda. Tenía que alejarlo de Louis para no dejar evidencias de nada y así Magnus se pudiera tragar la idea del suicidio y me dejara en paz.

En un descuido, mientras caminaba de espaldas arrastrando al calvo y enclenque sujeto hacia la puerta trasera, vi una jeringa salir de su bolsillo, solté la cuerda y liberé las vías respiratorias del Castrador, pero fui muy lento.

Sentí un pinchazo en mi muslo izquierdo y las luces se apagaron poco a poco.

            Sentí un pinchazo en mi muslo izquierdo y las luces se apagaron poco a poco

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Te advertí lo mal que la iba a pasar Nicky. Sobre aviso no hubo engaño.
¿Qué te ha parecido la historia hasta este punto? Espero que dejes algún comentario y yo prometo que lo leeré y responderé si así lo deseas. Dudas, aclaraciones... Lo que sea.

Disfruta la canción.

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