Capítulo 1

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-La estruendosa alarma me despertó de golpe y de mal humor, para variar. Podía oír el sonido de los cubiertos abajo. No me quedaba otra que levantarme. Apagué la alarma y me senté en la cama y de repente sentí el frío del invierno. Hace unos días se celebró navidad y... Bueno, mejor me ahorro ese desastre, no es que fuese una mala fiesta, al menos no para el resto, si no que pareció que un huracán y un tsunami tuvieron un hijo y su hijo fue a la fiesta. Sí, es una mala metáfora pero necesito mejorar mi humor-

-Fui al lavabo, me quedé un par de segundos mirando al espejo, mi pelo era un desastre. El pelo que siempre estaba en mi frente, le diría flequillo pero no lo era, solo caía casualmente ahí, ahora estaba completamente levantado y echado atrás, como el resto de pelo. Me dediqué a peinar mi pelo rubio. Mis ojos se cerraban, no debí quedarme jugando tanto anoche. Miré el reflejo de mis ojos verdes en el espejo, y caí en cuenta de que nadie me mandaba ir al gremio ahora, pero claro tenía que ir a mi hora de siempre-

-Cuando por fin conseguir adecentar mi pelo bajé a desayunar. Mi hermano estaba ya desayunando. Él se parecía a nuestro padre, tenía el pelo de su mismo color, solo que era más largo, hasta los hombros, sus ojos tenían la forma de las de nuestro padre pero eran el color de los de nuestra madre, llevaba su chaqueta larga negra y esos pantalones anchos y botas militares, ¿mala combinación?¿dónde? Y tampoco llevaba nada para cubrirse el pecho aparte del abrigo, ¿pudor? Estaba junto a su sentido del estilo. Entré a la sala casi cantando un hola, él levantó el brazo en saludo. Tenía un libro nuevo al lado suyo, espera, ¿era un libro diferente al que empezó a leer ayer?-

- No me digas, Layla se ha vuelto a quedar frita. -Solo asintió con la cabeza, Igneel por las mañanas era un poco seco- Voy a despertarla, no te comas todas las tostadas.
- Las he cocinado yo.
- ¡Has echo un paquete entero!
- Pero lo he echo yo.
- Como no queden tostadas cuando vuelva escondo tu libro, te lo advierto.

-Igneel quitó la mano de las tostadas tan rápido que parecía que se había quemado, claro, no tan rápido como lo hizo apartando su libro de mi vista-

-Subí las escaleras, y me dirigí a la puerta al fondo, esa puerta en la que había un hermoso agujero que asomaba de los bordes del cartel que ponía Layla-

-Abrí la puerta directamente, igual ni se iba a enterar si llamaba. Agarré las sábanas y tiré de ellas, nada-

- Muy bien, tu lo pediste.

-Fui y me senté en cima de ella. Sería mi hermana mayor pero yo era más alto que ella y por tanto más pesado. Y entonces empezó la tortura. Grité más alto y aguado que de lo que ninguna niña pequeña podría-

- ¡Haru, joder! ¡cierra la boca! ¡Y levanta tu culo gordo de encima mío! -Mi hermana era melliza de Igneel, y era idéntica a él solo que en chica, sé que no tiene que ver pero yo lo digo-

-En personalidad no se parece en nada a Igneel, ella es como papá, hambrienta, impulsiva, gritona, solo que no es tan inocente y como mi madre, se preocupa un poco de su aspecto, e Igneel, es como mi madre, tranquilo, algo asustadizo quizá, silencioso, lee mucho, es muy inocente, pero como mi padre no le interesa su aspecto. Yo... yo nada, no sé con quien compararme-

- ¡Son las diez de la mañana! ¡Nos vamos al gremio! ¡Soy tu maldito hermano pequeño y te tengo que venir a despertar! ¡Arriba!
- ¡Abajo!

-Me bajé de encima de ella, antes de que me estampase uno de los muchos cojines que tenía en su bastante amplia cama, la verdad, esa cama ocupaba, literalmente, medio cuarto-

Prædictas Fatales et deosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora