Chimuelo

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Un dragón de escamas oscuras, casi en su totalidad, estaba sentado a la deriva de un lago. Uno de los muchos lagos que estaba en el mundo oculto. A pesar de ser el lago más pequeño que se podía encontrar en el mundo oculto era el más pequeño de todos. No muchos dragones solían ir a ese pequeño lago a cazar peses; sin embargo no sabía que en éste se podría encontrar a los peces más grandes (y una que otra anguila, pero esas las evadía).

No sabía cómo aparecían, pero, de alguna forma, aparecían. Sí, los demás lagos poseían más peces y alimentaban millares de dragones, pero este siempre tenía lo mejor. Siempre se verían peces mas grandes o de sabores únicos. Solo había que ser paciente.

Toda su vida se ha dado cuenta que las cosas más pequeñas de alguna forma tienden a tener los efectos mas grandes en ésta: había perdido una pequeña parte de su cola y sin ella no podía volar, un pequeño humano (el más pequeño que recordaba; sin contar al pequeño de pelo amarillo y a la otra de dos coletas) le ayudó a recuperar el vuelo, ese pequeño humano permitió que los dragones vivieran en su aldea, transformándolo en se mejor amigo; él mismo, siendo un pequeño furia, pudo vencer a un giganticus y a un salvajibestia alfa (ambos con ayuda de Hipo, claro)... Y ahora este pequeño y tranquilo lago le estaba entregando los mejores peces para sí mismo, y su familia por supuesto. 

De vez en cuando, de entre los cristales, sus crías aparecían persiguiéndose entre ellos, jugando a las peleas, tirando pequeñas llamas, haciéndose invisibles para atacar a su padre por detrás. Poco después aparecía su pareja para esperar junto a él el siguiente pez.

Ese pequeño lago le recordaba al lago de la isla de Berk, el viejo Berk. No podía volar y estaba desesperado por escapar de ese lugar, era cuestión de tiempo para que algún vikingo apareciera y lo tomara como trofeo; sin embargo, en lugar de eso, apareció el pequeño humano que le había quitado el vuelo, curioso y paciente. Era molesto al principio, pero poco a poco el dragón también comenzó a mostrar esa curiosidad; que florecería en una inseparable amistad.

Un enorme pez de color naranja se movía en el agua, un bacalao. El furia nocturna no reaccionaba por alguna razón, así que su pareja cazó a la criatura antes de que desapareciera. La furia luminosa saltó al agua y tomó firmemente al bacalao entre los colmillos. Los pequeños furias centelleantes dejaron de jugar y dirigieron su atención a su madre. Era ese curioso sentido natural de aprender. Chimuelo, por otra parte, reaccionó apenas el agua le salpicó en la cara.

Chimuelo perdió el equilibrio y cayó torpemente en el suelo. Los pequeños centelleantes aprovecharon la oportunidad para jugar y se le lanzaron encima. Él rodó y trató de quitérselos encima, pero no dejaron de seguirlo hasta que suma madre los llamó para que comieran. Ella tiró el pescado a la orilla y los pequeños se acercaron para comer.

Chimuelo se levantó mientras sus hijos iban a comer. Luego, se sentó de nuevo a la orilla del lago, tendría que esperar por otro pez. La furia luminosa caminó elegantemente hacia la orilla y se colocó junto a su pareja. Y esperar junto a él.

Pocas horas después, luego de que la familia de furias almorzara y descansara un poco en la gran roca (o así la llamaban en su mente, a pesar de que para los humanos su nombre solo sonaría como uno que otro gruñido normal de dragón) volaban por todo el mundo oculto como solían hacer todos los días, junto con varios dragones que vivían en paz. 

Volar, era un ejercicio relajante, algo que todos los dragones disfrutaban hacer. Volaban por todos lados y hacia todas direcciones. o acompañaban skrill, calderos, rompehuesos y más. A veces en sus vuelos diarios se reencontraba con sus viejos camaradas: Albóndiga, Brincanubes, Tormenta, Dientepúa, Eructo y Guácara.

Chimuelo y los demás dragones se movían por todo el mundo oculto, observando los colores, las cascadas, las piedras y gemas. Volaban con tanta libertad que aparentaban ser un cardumen de peces. Los dragones a veces se separaban y tomaban cada uno sus propias direcciones, o formaban subgrupos. Los furias por lo general se acercaban a la entrada para observar los huevos o incluso para ver las nubes que no veían muy seguido e inclusive para sentir el viento, el viento diferente que tenía la superficie. El del mundo oculto era mejor, pero Chimuelo, por alguna razón disfrutaba más el de la superficie. Mientras miraban los nidos cerca del cráter (relativamente) el dragón negro pudo escuchar algo. Era una voz...

HTTYD/CEATD: Dragones y HumanosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora