Gladiolo

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Añorar no era algo nuevo para Arthur. De hecho desde que había llegado a Estados Unidos había conocido lo que es extrañar hasta un punto insoportable a su casa, su país, a su familia. Y tener que lidiar con ese enjambre de sentimientos había costado esfuerzo y tiempo. Al darse cuenta como el gris había teñido el departamento sin Alfred, se sintió abatido al pensar en lo que le tomaría acostumbrarse a su nueva cotidianidad.

Usualmente, terminar exámenes y conseguir algunos escasos días de vacaciones en la universidad era sinónimo de Alfred ordenando una pizza y eligiendo una película. Y aunque a veces discutían por trivialidades como el sabor de la pizza o el género de la película, eran días que Arthur extrañaba.

Con el control en la mano, por primera vez, Sherlock no se le hizo tan divertido sin Alfred allí preguntando lo obvio e interrumpiendo el capítulo. Al final terminó apagando la televisión sin saber qué haría en la semana que le quedaba de vacaciones. A veces el pensamiento de mandarle un mensaje para quedar en hacer algo se quedaba flotando con un aroma de ilusión. A veces surgía y tomaba el celular, pero después de intentar formular la pregunta, siempre se terminaba sintiendo estúpido y diciéndose que en realidad no extrañaba tanto a Alfred como para llamarlo.

Le gustaba tener vacaciones pero no disfrutaba de tiempo extra para tostar pensamientos hasta quemarlos, porque tenerlo significaba dirigir sus pensamientos inevitablemente hacia Alfred. Hacia él y hacia ese día en el que le enseñó algunas estrellas y le miró tan aturdido. Hubiera deseado saber qué pasó por su mente en ese momento.

Llegó el lunes, pero ya que las citas con Ludwig eran cada vez menos recurrentes y no tenía que ir, decidió entonces visitar a su hermano y a esa inauguración que tenía de un edificio remodelado. 

No estaba muy lejos así que no tuvo que tomar el metro que a esas horas iba demasiado ajetreado. Llegó puntual para su suerte y la primera sorpresa que se encontró después de pasar la puerta cristalizada del gigante edificio fue la esencia de lugar en sí. A pesar de que el día estaba cayendo, por los rasgados ventanales se traslucía un color de atardecer que se derramaba por todas partes como miel. Había algunas paredes hechas por completo de cedrón y muebles de colores cálidos que le quitaban ese aire frívolo que solía sentir Arthur respecto a los edificios ejecutivos. Al subir el caracol de escaleras con poliedros percibía vértigo al mirar hacia abajo. No sabía que rayos había hecho Scott con eso pero le había salido algo increíble. La segunda sorpresa que halló dentro de ese palacio fue el traje que llevaba Scott ¡y una sonrisa!

—Arthur—Al notar a su hermano menor, se alejó de un grupo de gente importante, sospechaba por sus trajes y rostros estirados, con el que hablaba para dirigirse a él. La sorpresa se reflejó en los dos hermanos—. Te mandé la invitación, pero honestamente no pensé que vendrías. 

—Llevas un traje—puntualizó.

El joven arquitecto se miró a si mismo y se rio entre dientes. ¿Se rio entre dientes?

—Sí, no me queda ¿verdad? Pero que se le va a hacer. Trabajo es trabajo.

—Una vez dijiste que los que llevan traje son todos unos idiotas consumidos por el sistema—le recordó su versión adolescente en la que consumía su tiempo colocándose alguno que otro piercing, tocando la guitarra eléctrica y dándole la contraria a sus padres. 

—Cállate. Eso fue hace una eternidad—giró los ojos con un tono hosco que intentaba ocultar su vergüenza—. En ese tiempo tampoco pensaba seguir ninguna carrera técnica. Pensaba que con tocar mi guitarra sería suficiente. Pero heme aquí. 

Arthur, quien de adolescente se la pasaba consumiendo libros y por lo tanto creyó que continuar haciéndole en la universidad sería suficiente, se tambaleó nuevamente en la pregunta eterna que surgía cada tanto, como emergida de un mundo abisal. ¿Habré tomado la decisión correcta con su carrera? Si hubiera continuado con leyes probablemente al igual que Scott en unos pocos años más estaría en uno de esos edificios altos con un traje elegante. Aunque era una pregunta que pecaba de simplona, había escuchado que era muy común sentir sus espinas en cualquier carrera. ¿Estaría sintiendo lo mismo si hubiera continuado Leyes?

Después del Invierno (UsUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora