Capítulo 6 (Editado)

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Capítulo 6



Al abrir los ojos sonrió con amplitud. Se sentía diferente esa mañana, de seguro era por el hecho de no tener que ir a trabajar, aunque sí tenía, lo recordó con pesar. Entonces definitivamente no había duda de que estaba de buen humor. Se lo merecía, a decir verdad.
Se sentía fresca, y sin ganas de pensar en nada que la atormentara. Estaba decidida a que sería un gran día para ella.

Se preparó un café con leche tan cargado como le gustaba, después decidió tomar una ducha y arreglar sus cosas para la universidad. El desayuno lo tomaría en el camino.


Así lo hizo, su excusa era que odiaba el encierro y por supuesto más aún: la soledad. Prefería comer su ensalada de frutas viendo a la gente a su alrededor mientras prestaba atención a uno que otro chisme que lograba escuchar en el camino, aunque no tuviera idea alguna sobre el tema. Sí, parecía una locura, pero eso le daba un toque a sus días así.

Ya en la universidad recordó las palabras que le había dicho su jefe sobre el tener que ir a las tres a la oficina y estuvo a punto de maldecir, se contuvo y se obligó a dejar eso de lado por el momento. Ese día tenía clase a primera hora y no quería pensar en otra cosa que no fuera su proyecto.


Sonrió cuando encontró un documento oficial en su casillero, lo había esperado durante una semana entera y ahora por fin había llegado.
El documentó le informaba que la profesora Galesia había aceptado dirigir su proyecto. Estaba contemplándolo sorprendida, preguntándose qué había hecho para que eso pasará, eso era una gran noticia considerando que Maya no tenía ningún renombre importante y esos profesores raramente se fijaban en un alumno ordinario, por decirlo de alguna manera.

La profesora Galesia tenía setenta y cinco años. Era una especialista que se había formado en Canadá y que había pasado gran parte de su vida dando clases en la universidad de Toronto. Tenía fama de ser severa, exigente y brillante. La carrera de Maya obtendría un empujón muy fuerte si presentara su proyecto bajo su supervisión. Si hacía un buen trabajo, podría hacer el doctorado donde quisiera. De solo pensarlo su corazón se paralizaba de emoción.

Estaba tan metida en lo que le acaba de pasar que no sintió cuando Nicholas apareció a su espalda.

—¿Estás lista? —Maya dio un grito bajo antes de propinarle un golpe leve en el hombro del muchacho.

—Te he dicho que dejes de hacerme eso. —le dijo mientras guardaba el documento en su mochila y se disponía a contarle lo que acaba de ocurrirle.

—No puedo creer que a mí aún no me llegue mi informe. —Maya se sonrojó, estaba tan entusiasmada contándole que ni le había preguntado si a él le había tocado igual. —Igual quiero que me cuentes todo lo que ocurra, dicen que es una profesora muy dulce para tener tantos años soltera. —dijo él, muy serio. Maya no pudo contener la risa.

—No ha estado soltera tanto tiempo. —Se sentaron uno frente al otro, mientras la clase se llenaba con rapidez. —Escuché que tuvo un romance con Michael Morgan.

—Él es un hombre muy caliente. —intentó decir en español, pero la pronunciación le había salido realmente extraña.

Sin embargo, ella rio asistiendo. Nicholas la hacía olvidarse un poco de sus problemas y eso se lo había agradecido siempre. Desde que entró al lugar había sido un buen amigo, tenía un corazón muy grande y siempre estaba atento al sufrimiento de los demás. Todos en la universidad lo tenían como una clase de terapia para sentirse mejor en todo momento y él más que feliz se prestaba para ello.

Al terminar su día pensó en lo tranquilo que sería ir a su casa, echarse un baño y pasar el resto del día viendo películas bajo las sábanas, no podía estaba claro.
Así que suspirando hondo antes de tomar el autobús que la dejaría frente a él edificio Capalli, se obligó a no pensar en nada más y enfocar de nuevo su atención al trabajo.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora