Capítulo 1- El mensaje

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Robustiana, vaya nombre que tengo, pero para la época esta bien, ahora lo escuchas y se te viene a la mente una viejecita tejiendo, pero para mi época, ese nombre era perfecto. Vivo, bueno vivía en una casa pequeña, cerca de la plaza del pueblo, donde todos los jueves se montaba un mercadillo al que mi madre solía ir, en uno de los puestos había, recuerdo yo, un hombre extraño que con su singular barba te miraba de arriba abajo y te ofrecía caramelos, los niños del pueblo se asustaban y salían corriendo, pero a mí me resultaba curiosa la forma de dichos dulces, los cuales según la gente del pueblo decía, contenían sustancias alucinógenas, cosa que no entendí hasta que llegué a cierta edad.

Mi padre, se dedicaba a la labranza de los campos, el dueño de las tierras, un hombre robusto pero calvo, pasaba por nuestra casa cada cierto tiempo para coger los frutos recogidos. El señor dueño de las tierras se llamaba Indalecio, este tenía un hijo, Danilo, igual de calvo en la cabeza pero muy peludo en la barba, sus deseos amorosos giraban en torno a mi hermana pequeña Fulgencia, ella era tímida y no le hacía mucho caso, pero aún así el no dejaba de insistir, mis padres sabían de dicho intento de cortejo y aunque el era mayor para ella no decían nada por miedo a perder el trabajo. 

Mi madre, encargada de tejer las ropas de la esposa del señor dueño de las tierras, cada semana ordenaba un vestido nuevo, para un baile diferente cada fin de semana, la esposa de Indalecio, Eleuteria, era una mujer entrada en carnes y con un genio malvado, está odiaba el pueblo y se tiraba toda la semana en la ciudad, en un torreón que poseía la familia de su esposo, al cual engañaba con un pastor cuya única posesión era una oveja y su amado peluquín, de dicha relación ella engendró una hija, que Indalecio, para evitar las habladurías, adoptó, llamándola Lopa. 

Una mañana mi madre, levantóse de madrugada para tejer un vestido nuevo, cuando sonó la puerta con un mensaje del alcalde  del pueblo, ella apresurándose despertó a padre, el cual asustado empuñó la espada con la cual dormía rajando así el mensaje que mi madre traía, ante tal situación me mandaron una vez que hubo entrado ya el día a los aposentos del señor alcalde para pedirle que nos diera de nuevo el mensaje que con tanta presteza había llevado a nuestra humilde morada. Así que, pese a mi indignación, me puse la capa y salí.

Estando ya por la mitad del camino, encontreme con Danilo, este buscaba flores para llevar a mi pequeña hermana que se encontraba en la Iglesia recibiendo las clases matutinas con el Padre Rinaldo, al acercarme a preguntarle por su señor padre y su señora hermana el asustose produciéndole un llanto tan agudo que hasta los perros empezaron a ladrar, mi padre siempre me sermoneaba por reírme de él, así que decidí ayudarlo a levantar y le ofrecí mi pañuelo para que se secase la pituita que asomaba por su alargada nariz, al verse en tal situación salió corriendo sin mirar al camino mientras realizaba dicha acción, lo que hizo que se tropezase con el único canto que había en ese prado, sin embargo, esta vez decidí no ayudarle, y proseguí el camino con la misión que se me había encomendado.

Una vez llegué a mi destino, llamé a la puerta y la señora Consuelo me abrió con su habitual sonrisa que hacia que cualquier miedo que tuvieses se desvaneciese, cuando llegué a la mesa del señor alcalde ya había dado la hora de comer, así con actitud molesta me dio un sobre el cual yo no debía de abrir bajo ningún concepto. Una vez tuve en mi mano el mensaje, me dirigí de vuelta hacia mi sencilla casa pasando esta vez por la plaza, para así evitar si estaba a Danilo, dio la casualidad que ese día era jueves así que decidí dar una vuelta por el mercado pese a que me habían advertido muchas veces no hacerlo sola por si algún muchacho decidía cortejar, ante la desesperación por no encontrar ningún objeto interesante puse rumbo presto  a casa.

Mi madre enojada esperaba con cierta impaciencia mi llegada para así poder leer que es lo que contenía dicho sobre. Reunió a la familia en la chimenea y se dispuso a abrirlo, pero en dicho momento se abrió la puerta con fuerza, Danilo había llegado acompañado de su señora madre, que con ganas venía a probarse uno de los vestidos para sus aclamadas fiestas, fue tal la fuerza con que Eleuteria abrió la puerta que una ventisca se desató en el salón llevando el mensaje a la chimenea quemándose por completo, reduciéndose a cenizas. Padre molesto salió al campo, mientras que madre subía con la señora a mostrarle, y fue así como nos vimos mi hermana, Danilo y yo en la misma habitación, Fulgencia con cierta vergüenza y las mejillas rosadas le sonrió y el saludo presto con su mano derecha de cuya manga colgaba alguna que otra vela, en su otra mano una flor un poco mustia que ofreció como símbolo de amor, en dicho instante entró padre de nuevo y al verle ante tal situación le invitó a quedarse a cenar, su madre al enterarse de la noticia declinó, pero Danilo se quedó ante la promesa de regresar pronto a su hogar donde le esperaba Lopa para el cuento de la noche.

Nos sentamos en la mesa y madre empezó a servir sus famosas coles hervidas, padre ante el silencio incomodo que guiaba la velada prentole a Danilo cual era su plan de futuro, este contestó con aire muy seguro que quedaría al mando de las pertenencias de su padre, volvió padre a preguntar, esta vez por su hermana Lopa sobre sus aspiraciones, constetole este que ella prometida estaba desde chica con un señor del pueblo cercano. Terminose la cena y abandonó la casa, antes de dirigirme a mi aposento padre me paro para encomendarme la nueva tarea que debía realizar a la mañana siguiente.

Despertóme el gallo tuerto que teníamos en la parte delantera de la casa,  y acordéme de la tarea encomendada por padre la noche anterior, así me puse mis mejores galas y salí con la fresca al mercado, cuando allí me encontré me dirigí al centro de la plaza para observar cómo las señoras chismorrean, acerqueme como padre me había indicado y me uní a la conversación, pero al verme insistieron, no tan amablemente como me hubiese gustado, en que respondiese a ciertas preguntas sobre mi vida amorosa cuya respuesta ni yo tenía, así decidí ir a ocultarme a uno de los puestos que más cerca se encontraban, dándose la casualidad que llegué a para al de los caramelos especiales de los que tanto me habían advertido, el hombre emocionado al ver a alguien, me regaló un caramelo verde brillante como agradecimiento por pasarme, asustada por la amabilidad del curioso señor me dirigí nuevamente a intentar enterarme si alguien más había recibido algún sobre de parte del alcalde.

Nuevamente en la plaza, cogí aire y fuí a conversar con la persona más sabia que había en el pueblo, doña Polonia, que debido a su vejez estaba sorda cual tapia. Me acerqué y redacté una nota escueta preguntando por algún acto en el cual se requiriese alguna invitación especial por parte del alcalde, ella amablemente diome la respuesta y alegremente dirigí mis pasos nuevamente a mi casa, donde una vez encontré a mi madre di el recado con tanta alegría que mi madre estrañose al saber que tratábase de un entierro.



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⏰ Última actualización: Apr 07, 2020 ⏰

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