CAPÍTULO 15

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La nube de humo negra se expandía con rapidez por el cielo azulado, creando una capa gruesa con la cual las naves provenientes de la nave madre se camuflaban, evitando ser vistas, preparados para atacar desde los cielos hacia el hermoso bosque por el cual sobrevolaban con sigilo.

El caos había sido desatado.

Dos de los rebeldes le habían visto.

Kaaira.

Causante de todo el desastre.

No pudieron detenerla, no eran los suficientes como para apaciguar toda la furia que se desataba en ella. Le habían visto, sus ojos parecían escasos de brillo —con la muerte corroyéndoles— y sus manos flamantes que con un toque fundían el metal de la nave con la que podían escapar del inminente peligro que se acercaba.

Un peligro que no podían evitar.

Y del que no podrían escapar.

La nave se desvanecía delante sus ojos, convirtiéndose en nada más que chatarra. No tardó mucho tiempo, y la explosión de aquella se hizo tan sonora como las siguientes, esta vez provenientes de las naves que sobrevolaban el territorio.

Una tras otra.

Bombardeo tras bombardeo.

Ambos chicos se habían separado y adentrado en el bosque, cada uno en direcciones opuestas. Iban con la intención de reunir a todo el grupo de rebeldes, necesitaban mantenerse unidos cuando la amenaza se hacia cada vez más presente. Dejaron atrás a la responsable de todo aquel caos, perdiéndola de vista justo en el momento en el que menos debían.

Pues no se detuvo allí.

Iba a por más.

Una parte de las naves que sobrevolaban por el territorio, descendieron y permitieron la salida de un montón de guardias de la nave madre que tenían el objetivo de peinar el terreno e ir tras la fracturada resistencia siendo guiados por la peli-cobrizo.

No iban a parar hasta terminar lo que habían empezado.

• • •

Llevaba un largo tiempo haciéndolo, vagando fuera de su cuerpo, buscando algo con lo que distraer su mente de tantos abrumadores pensamientos. Muy dentro suyo sabía que era peligroso lo que estaba haciendo. Sabía que un poder traía una gran responsabilidad, pero no le importaba en lo absoluto, lo que hacía era como una droga que no necesitaba digerir.

Se sentía tal como un monstruo.

Y si era un monstruo, prefería serlo lejos de a quienes quería.

Se detuvo un momento de tanto caminar, sin la sensación de cansancio, sin siquiera sentir dolor por lo que hacía sino por lo que pensaba.

Pero.

Algo le distrajo, una voz no tan lejana llamó su atención, no pronunció su nombre, pero sabía que le estaba llamando. Se dio la vuelta para encontrarse a solo unos metros a un pequeño niño, parecía perdido y triste, estaba desaliñado, su ropa se componía de harapos rotos y daba la sensación de ser un vagabundo.

La morena le vio señalar a alguna parte e irse mientras le insitaba a que le siguiera, cosa que definitivamente hizo, quizás por imprudencia o por buena voluntad. Caminaba detrás de él, un poco temerosa, observando de un lado a otro, no veía nada.

Homeri Oddysea UniversumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora