—Ya, Sófocles... —habló Amelia acercándose a él—. Ponte en tu sitio, que también tengo frío.
Tom le hizo caso, dejándole espacio en la cama.
Observó su interesante pijama, que consistía en una especie de sweater y unos pantalones holgados.
Nada aparatoso, incómodo, con transparencias, holanes o encajes, lo cual no era malo o ridículo, pero verla con esa clase de ropa para dormir le parecía novedoso.
La mujer se acostó junto a él y se tapó bien.
—Ya puedes apagar la luz...
Tom obedeció.
—Buenas noches, Amelia... —murmuró el inglés mientras se acomodaba.
—Buenas noches, Tom... —respondió ella dándole la espalda.
Pasaron unos minutos de silencio y tranquilidad, pero el hombre no pudo evitar acercarse más y poner una mano en su cintura.
—Prometiste no manosearme, Thomas... —canturreó girándose en su dirección.
Apenas se podían distinguir el uno al otro por la oscuridad.
—Lo siento, no pude evitarlo...
Amelia calló por unos segundos, pensando en la situación en que se encontraba.
Hace un mes estaba sola, deprimida, estancada y hasta enferma sin siquiera saberlo, mientras que en ese momento compartía su lecho con un hombre que literalmente era salido de una película, al parecer una romántica y melosa, como las que tanto le gustaban a su abuela.
Sin decir nada se acurrucó en el pecho de Tom, quien respondió hundiendo su cara en el pelo de la mujer que envolvía entre sus brazos.
La paz tomó un nuevo sentido para ella aquella noche.
A la mañana siguiente, Amelia fue la primera en despertar, y lo que de inmediato notó fue el tibio calor que desprendía aquel ser humano junto a ella. En ese momento no lo podría haber visto de otra forma, lleno de la más profunda e inocente humanidad que puede reflejar una persona que duerme, completamente despeinado, con la boca semiabierta y un tenue hilillo de saliva escapando por la comisura de sus labios.
Quizás sí tenía razón, tal vez él no pertenecía a ese mundo lleno de cegadoras luces, personas perfectas, champaña costosa y zapatos marca Salvatore Ferragamo de más de mil dólares.
Quizás él era la excepción a la regla, el margen de error entre las estrellas del mundo.
—¿Me vas a hacer un retrato? —preguntó Tom mientras sonreía levemente y abría un poco los ojos.
—No sé dibujar... —manifestó ella mientras se sentaba en la cama.
—Ni yo... —respondió él.
Amelia pasó las manos por su cabello, pretendiendo arreglarlo un poco.
—¿A qué hora debes trabajar? —preguntó mientras se ponía de pie para buscar su cepillo de pelo.
—A las doce... —habló el británico—. Grabaremos un par de escenas con Lucas y los niños, luego tengo dos horas libres y vuelvo otra vez para grabar toda la noche... escenas en el parque, supongo que también grabaremos en el estacionamiento, no lo recuerdo...
—Jamás me dijiste de qué era la película... —inquirió curiosa.
—Es una producción de bajo presupuesto en comparación a otras cosas en las que he estado... —comenzó a explicar Tom—. La historia es sobre un arquitecto y hombre de familia, mi personaje, que se enamora del enfermero de su madre, al cual contrató cuando nadie más quiso, por los rumores que había sobre su supuesta homosexualidad, los cuales son ciertos, obviamente...
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Panacea Universal
Fanfiction❝El que jamás ha llorado y sufrido en soledad, nunca podrá entender cuan dulce puede llegar a ser el verdadero amor❞ ➤En lugar de una larga parrafeada contándote de qué se trata esto, prefiero dejarte algunos comentarios de mis queridas lectoras: ❝L...