Abril consiguió meter todo su equipaje en el ascensor a duras penas, pero dando gracias por no tener que cargar con ello hasta su nuevo piso, que no era nada menos que la última planta.
El edificio estaba bien. No era uno de los más modernos de la ciudad, pero tampoco se caía a pedazos. Siendo sinceros era lo que se podía permitir.
Una vez en su puerta, la 9A, respiró hondo mientras introducía la llave en la cerradura.
- Bueno Abril, van a hacer falta unos cuantos retoques - se dijo a sí misma mientras miraba un mugriento sofá color verde.
Pero, de repente, su cara cambió totalmente. Allí, estaba. Barcelona desde su ventana, unas vistas impresionantes de esta ciudad todavía desconocida.
Recorrió el resto del piso hasta llegar a unas escaleras en una de las esquinas del salón. Ya arriba se encontró con un dormitorio muy amplio y con la joya de la corona, la terraza. Al ser el último piso tenía la más grande de todas. Desde ahí el paisaje era aún más maravilloso: a un lado estaba la Sagrada Familia y el resto de la ciudad; y al otro, el mar. Le parecía un sueño estar aquí, después de todo por lo que había tenido que pasar.
En general, todo estaba en buen estado, solo tendría que cambiar algunos muebles, empezando por ese espanto de sofá. Por eso, emocionada por comenzar cuanto antes con la decoración de su nuevo hogar, sacó del bolso el bocadillo que había comprado en el aeropuerto y empezó a comer admirando las preciosas vistas. No se había dado ni cuenta de que eran las tres de la tarde y llevaba lo que le parecieron siglos sin comer.
Mientras masticaba el último trozo se levantó y bajó corriendo las escaleras. Revisó que llevaba todo lo necesario y salió hacia la calle. Había comprobado que había alguna tienda de decoración no muy lejos, al resto tendría que ir en autobús.
Entró a la primera tienda, ese universo al que llaman Ikea. Abrumada por la cantidad de artículos que había a su alrededor pero con decisión, caminó por todos los pasillos sacando de dentro a su decoradora de interiores. Eligió varios muebles que le llevarían a casa mañana mismo, como un sofá gris fantástico, y otras cosas más pequeñas que se llevaría ella misma.
Conforme con sus compras, se adentró en una pequeña tienda. Se enamoró de todo lo que veía, iba a ser muy difícil elegir lo que quería llevarse.
- Buenas tardes, ¿puedo ayudarle?
- Pues la verdad es que me vendría muy bien - contestó Abril, sonriendo a la amable chica del mostrador.
Abril le mostró algunas fotos de las habitaciones que quería decorar y de los muebles que acababa de comprar y entre las dos fueron eligiendo varios artículos que la dependienta le iba aconsejando.
Cinco tiendas y diez bolsas después, Abril volvía a pelearse con el ascensor para meter todas sus compras. Había estado toda la tarde comprando. Miró su móvil, ya eran las nueve y cuarto de la noche. Salió como pudo y anduvo con las pocas fuerzas que le quedaban, prácticamente arrastrando las bolsas.
- No es que crea que no eres capaz de hacerlo tu sola, parece que lo tienes controlado, pero... ¿te ayudo?
Abril se apartó los pelos de la cara para mirar al chico que tenía a metro y medio de ella. Ni se había dado cuenta de que estaba ahí. Era alto, con el pelo rubio y la piel bastante clara. Llevaba unas gafas de montura fina, pero aún así se podían ver unos preciosos ojos verdes, o grises, no estaba segura.
- Me harías un favor enorme. Ya no siento ni los brazos - dijo mientras sonreía al chico sin nombre. En un momento, este ya había cogido casi todas las bolsas.
- Bueno, muchísimas gracias...
- Nic, me llamo Nic. Y no tienes que darlas, me encanta cargar con bolsas de chicas ajenas. Es un hobby que tengo - respondió según iba acercándose hacia la salida del piso.
- Pues me alegro de que te hayas divertido. Pero de verdad, gracias, que igual estabas aquí de visita y te he entretenido.
- ¿De visita? Siento decirte que me vas a ver muy a menudo -dijo él sacudiendo sus llaves a la altura de su cabeza delante de la puerta 9B.
- Osea que eres mi vecino de enfrente.
- Eso parece. Así que si necesitas más ayuda con bolsas o yo que sé, ¿sal? Ya sabes dónde encontrarme. Los otros vecinos son un muermo -susurró esto último apoyado en el marco de su puerta.
- Supongo que tengo suerte de que estés aquí. Pues nos vemos cuando necesite sal entonces.
- Genial, hasta luego, vecina "como te llames".
- Me llamo Abril.
- ¿Cómo el mes?
- Si, como el mes - dijo con una mueca divertida y negando con la cabeza.
- Pues adiós. Abril.
- Adiós. Nic.
Ambos cerraron la puerta a la vez. Esto iba a estar bien.
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No me sueltes
Teen FictionAbril Arias Miranda. Un nombre sin ninguna historia. Un nombre que daría inicio a la nueva vida de una chica. Tras lograr escapar de su propio infierno, deberá integrarse en un país diferente y tratar de ocultarse de su pasado para empezar a ser fel...