Un tirabuzón rubio caía sobre tu mejilla, resaltando tus ojos acuosos, azules; así fue como lograste sacarme de las garras de mi libro que me tenia absorto deslizando mis ojos sobre el papel, devorando las lineas, una tras otra. No quedaba nadie en la biblioteca aquella tarde de mayo, quizás porque eran casi las ocho de la tarde, quizás porque nadie se había aventurado a salir de su casa en plena tormenta.
Me hiciste el hombre mas afortunado del mundo cuando decidiste sentarte enfrente de mi ignorando todos los sitios vacíos que tenias alrededor. Esa fue la primera vez que me miraste, todavía recuerdo mi sonrisa boba que trataba de ocultar una infinidad de miedos e inseguridades detrás de ella. Nunca creí que esa mirada salvaje y felina pudiera producirme ese calor.
De belleza exótica y tez acaramelada atrajiste mi mirada desde el primer instante, como el metal que acaba sucumbiendo a la atracción del imán mas potente, y cada vez que nuestros ojos se encontraban no podía hacer mas que bajarlos y fingir que seguía leyendo. En circunstancias normales jamás habría sido capaz de reunir el valor para entablar conversación con la preciosa joven de gruesos labios que tenía delante en la cuarta mesa del pasillo izquierdo. Pero, esa vez fue diferente, ya he mencionado que eras como un imán para mi y esta vez en lugar de atraer mi mirada, lograste que venciera al monstruo de mi timidez y te dedicara un simple "hola".
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Contigo
RomanceMarc conoce a Alba de una manera inesperada, tanto es así que no tarda en poner su vida patas arriba induciéndolo a cometer locuras, que días atrás, se le hacían impensables