EL (DES)POSEÍDO

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    Los tres ingresaron apresurados al hogar de los aterradores infortunios, ni bien lo hicieron, notaron una oscuridad acechadora, la señora Inocencia corrió a buscar a su marido, pero parecía no hallarlo por ninguna parte, en eso, comenzó a llamarlo a los gritos y, afortunadamente, este salió de la cocina, donde se había encerrado.
-Las luces comenzaron a parpadear y luego, oscuridad total -explicaba a los gritos.
El padre Pío les pidió que aguardasen en la sala, que él subiría solo, armado, únicamente, de su Biblia y un crucifijo de plata; no obstante, Ágatha subió con él, le explicó que, seguramente, había adquirido más poder, sin embargo, carecía de fuerza suficiente para movilizar el cuerpo prestado, por eso era vital regresarlo a su letargo lo antes posible.

    Abrieron la puerta, y, apenas iluminados por la linterna del celular, Ágatha abrió de golpe las cortinas y obligó al niño a taparse los ojos con las manos, de inmediato, descubrieron un símbolo dibujado en la pared de la cabecera de la cama, estaba incompleto, habían llegado justo a tiempo.
-No hace falta aclarar con qué dibujó el símbolo. -observó Ágatha- me pregunto de dónde sacó tanta sangre.
-Mirá -le respondió Pío señalando al niño aún con las manos en sus ojos y una sonrisa de oreja a oreja.
El tercero de los tres ositos, había estado mordiéndose los dedos para dibujar aquel extraño símbolo.
-Por eso la sangre en sus manos.
Ágatha le sacó una foto a la pared y se la envió a Ani con la leyenda "Investiga pronto este símbolo".

-Por favor padre, no me lastime.
Unos ojitos inocentes se descubrían de a poco.
-Estoy asustado -balbuceaba- no quiero morir.
Pío tomó su Biblia e, instintivamente, se corrió hacia atrás, mientras la mesita de luz volaba, con violencia, hacia donde él se encontraba. El poseído empezó a gritar y llamar a sus padres, entre sollozos, pero antes de que estos pudieran entrar, la puerta se cerró de golpe, mamá oso pedía que lo dejaran en paz, que no quería que lastimaran a su hijo, entonces, el padre Pío sacó el crucifijo y lo acercó a quien yacía en la cama, de esta manera, la fiera, tras un desgarrador chillido, comenzó a retorcerse. Ágatha, con temor, observaba cómo su amigo no retrocedía, mientras pronunciaba, a viva voz, unas palabras en latín que no entendía. El demonio daba vueltas sobre su eje, sus articulaciones crujían, incesantemente, para que, finalmente, tras haber expulsado flujo verdoso de su boca, la inocencia se dibuje en la carita, ahora agotada, de un niño inofensivo. Ágatha, con una mezcla entre miedo y sorpresa, notó cómo, imperturbable, Pío acariciaba la cabeza del osito y abría la puerta para que sus padres corrieran a su encuentro.

    Una vez que dejaron al niño dormido, papá oso se encargó de limpiar, con agua y jabón, la pared, mientras que mamá oso le dio a Ágatha un papelito con el número de la casa del compañero de su hijo, que había quedado grabado en la contestadora, debería investigar el domicilio de aquella familia, quizá, inconscientemente, el niño podría haber traído consigo una fuerza maligna.

Agatha: detective paranormalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora