Capítulo XIX

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En un mundo en constante movimiento, dos personas habían roto la normalidad y se habían detenido para dedicarse a la mutua contemplación. Momo no tenía la certeza aún de que las palabras de Shoto pudieran interpretarse como una declaración; probablemente, no lo fuera. Sentía la necesidad de permanecer allí, atenta, esperando con ansias que él volviera a hablar.

La verdad, la oración de dos palabras que había conseguido extraer con tanta dificultad de su propia boca había dejado a Shoto exhausto. Todavía era incapaz de asimilar que hubiera sido posible resumir el huracán de sentimientos que estaba arrasando su interior en dos simples términos. Un pronombre y un verbo habían sido suficiente para que Momo entendiese la importancia que había logrado granjearse en su existencia. Por supuesto, no pretendía que ella comprendiese la totalidad de sus emociones – tarea laberíntica que ni siquiera él había podido llevar a cabo -, pero estaba feliz de haber hecho aquella primera toma de contacto. Se sorprendió de su felicidad. ¿De verdad estaba sintiéndola? La expresión de Shoto reflejó el momento en el que su mente pareció aislarse de la realidad. Pero antes de poder celebrar internamente la victoria, era imprescindible obtener una respuesta clara de parte de aquella a la que adoraba.

Momo se estremeció nuevamente al contemplar el rostro expectante de Shoto. Sabía lo que quería, lo que necesitaba; le estaba pidiendo con silenciosos gritos una contestación a su propuesta. Con fríos ojos inquiría acerca de la disposición de Momo a arriesgarse permaneciendo a su lado; o quizá, por el contrario, ella escaparía del edificio y nunca más volverían a tener contacto de ningún tipo.

Momo sopesó sus opciones durante menos tiempo del que habría imaginado. No había duda alguna sobre cómo iba a actuar. Ignoró los latidos desenfrenados de su alterado corazón y fingió mantener la compostura. Sus cejas se curvaron en una expresión de fuerte decisión y asintió secamente.

- Puedes contar conmigo.

Una sacudida eufórica agitó los ojos de Shoto. Aunque estas palabras le demostraban que Momo no parecía haber entendido que se trataba de una confesión de amor, por ahora le fue suficiente con saber que no estaba dispuesta a abandonarle. Quizá con el tiempo podría llegar a descubrir cuál sería la mejor manera de hacer llegar los sentimientos de uno a otra persona. Podía comprender que Momo fuese menos impulsiva que él; después de todo, seguramente la muchacha había tenido una vida normal que afortunadamente no se parecería en nada a todo lo que Shoto había soportado. Así, su carácter no tenía el desequilibrio que Shoto empezaba a mostrar. Lo más probable es que la joven todavía no hubiera desarrollado ningún sentimiento en particular por un compañero de clase al que conocía tan poco.

Momo no compartía el intenso ardor que parecía consumir a Shoto, pero tampoco era indiferente a las miradas ansiosas del muchacho. Tenía la fuerte impresión de que cada acción llevada a cabo en ese momento tendría graves repercusiones en su porvenir. Tomar la mano que se le tendía quizá fuese el principio de un terrible error, pero estaba dispuesta a hacerle frente a cualquier cosa. El descubrimiento de emociones tan poderosas como para cruzar de una mente a otra hacía imposible la negativa a la propuesta de Shoto. Momo sabía que era una propuesta; aunque nada en sus palabras lo había indicado, estaba claro lo que le pedía. La histeria contenida en su mirada la hacía creer que su mudo compañero había soportado más de lo que un ser corriente podría. Era egoísta pensar que ella sería capaz de salvarle por su propia mano, pero nada había de soberbio en intentarlo.



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