Capítulo XX

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Estaban ya establecidos los primeros términos del contrato entre las dos almas. Envueltos en una esfera de dramática fantasía, ni Shoto ni Momo se habían parado a pensar en lo incómodo que resultaría el regreso a la realidad. Escapando casi milagrosamente del campo de entrenamiento (una nueva clase había dado comienzo hacía poco), consiguieron llegar al vestuario correspondiente.

Dentro de la sala masculina solo se encontraban los más rezagados – el resto había terminado hacía tiempo de asearse. Shoto no se topó con obstáculo alguno a la hora de cambiar su chándal reglamentario de la UA por el uniforme. Salió del vestuario con mucha más naturalidad de la que parecía posible.

Momo, por su parte, se había encontrado con un enemigo formidable; Mina Ashido.

Todos apreciaban a Mina, Momo incluida. Era imposible no caer rendido ante su arrolladora y optimista personalidad. Todos los argumentos aparentemente lógicos que podrían haberse formulado respecto a ella – por ejemplo, la creencia de que su piel rosa y sus cuernos curvados la harían desagradable al grueso de sus compañeros – eran rechazados por la realidad; Mina era una de las personas más queridas dentro de la clase de primer año.

El problema ahora era su único defecto; tenía una pasión ferviente e irrefrenable por conocer los detalles de la vida ajena. Y esta afición se incrementaba cuando había un posible tema amoroso de por medio.

Momo se habría extrañado si Mina no la hubiese estado esperando en el mismo vestuario. Al abrir la puerta, la joven Yaoyorozu se encontró con su compañera sentada sobre uno de los bancos, una pierna cruzada sobre la otra, en la evidente posición de quien espera explicaciones. Momo suspiró; no estaba segura de poder evitar dar respuesta a las preguntas que ya veía sobrevolando sobre su cabeza. Decidió, en un impulso, no contar la verdad bajo ningún concepto. Si Shoto se había tomado la molestia de apartarla del resto para comunicarle sus pensamientos, Momo resolvió que la mejor opción sería respetar la intimidad que el chico se había asegurado de crear.

- No creas que he pasado por alto tu desaparición, que coincidió extrañamente con la de Todoroki. – dijo Mina, dibujando una sonrisa que rozaba en lo malévolo.

- Curiosa coincidencia.

- ¿De verdad crees en ellas?

Momo sabía que sería sospechoso abandonar el lugar sin dar una explicación satisfactoria. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? Desde luego, no podía – y dudaba que debiera – narrarle a Mina todos los encuentros casi oníricos que habían tenido hasta entonces. Ni siquiera habría sabido cómo empezar su narración; a la misma Momo todavía le costaba comprender cómo había terminado en aquella situación.

Podía sentir los ojos inquisidores de Mina en su espalda mientras se despojaba de la chaqueta azul del chándal. Sabía que las preguntas regresarían pronto, así que optó por vestirse directamente sin tomar su habitual ducha y salir lo antes posible de allí. El olor a sudor era el precio a pagar por escapar de aquel interrogatorio. Haciéndolo así, Momo consiguió huir del vestuario más rápidamente de lo previsto. Mina salió tras ella, como era de esperar, pero otras chicas de su misma clase la interceptaron casi al instante. Afortunadamente, la en realidad amable joven dejó escapar a su víctima sin arrancarle su secreto. Después de todo, no podía ir muy lejos; al día siguiente la tendría a su merced.

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