Capítulo 11

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El viejo roble estaba caído, estos meses su salud iba de mejor, regular a terrible y esta era una de las terribles. Reconocía la angustia de Kat, sabia la relación que llevaba con su padre a pesar de que los últimos años vivió a la distancia, pero nunca ausente en la vida de él. Katherina era la luz de los ojos de ese hombre, era su gran orgullo y si el día tenía 24 horas él hablaba de ella 25 horas seguidas solo comentando lo orgulloso que siempre le hacía sentir su hija. Gracias a que se la pasaba hablando de ella sentía que la conocía de hacía mucho, porque todos sus logros y locuras las compartía como si hablase de su súper héroe favorito y con la pasión que eso involucraba. Me dolía mucho que nuevamente recayera no solo porque era el padre de la mujer que...amaba sino porque era el hombre que me había dado la oportunidad de crecer profesionalmente y también personalmente porque su experiencia y sabiduría cubrían toda mi vida.

Llegamos al hospital muy rápido, demasiado rápido, una vez que el la reconoció en la puerta de la habitación, su rostro demacrado se iluminó, fue como inyectarle vida.

- Hija, quita esa cara de borrega herida y perdida del rebaño, yo estoy bien. – se adelantó a decir.

- Vamos papá, si estuvieses bien, no andarías de visita en el hospital.

– Katherina se acercó, tomó su mano y besó su frente.

- Bahh, la hierba mala nunca muere hija, así que no sé porque se preocupan, son unos exagerados de mierda. - movió su manos en el aire señalando a los que estaba a su alrededor.

- Papá. - dijo Kat entrecerrando sus ojos.

- Katherina, te ves reluciente, ¿te bañaste bien o hay otras razones que te hacen ver más bella aún? – preguntó su padre con una sonrisa de medio lado.

Me quedé de pie en la puerta observando la estampa, ese viejo no perdía su sentido del humor que parecía inagotable y no lo dejaría ir tan fácilmente.

- Hey Gabi hermosa, estás aquí. – se dirigió a mí con una sonrisa ya conocida - acércate, prometo no contagiarte con el virus de la rabia - río y estiró su mano para que la sujetara.

Me acerqué, le sujeté la mano y la besé. Observé sus facciones agotadas, pero había un destello de fortaleza en él. - La comida del hospital es terrible. - le dije seriamente.

- Lo sé, ni siquiera sé porque estoy aquí... pero tú me podrías traer una comida decente como unas  "hotwings".

- ¿Comida decente? – moví de un lado a otro mi cabeza muy divertida con el comentario. - Oh vamos, mientras mejor paciente seas más rápido saldrás de acá y la realidad es que necesitas atención médica.

Torció su boca en señal de desaprobación. - Te pareces a ella ya. - señalando a Kat que estaba a su costado hablando con su hermana. - Gabriela, ¿has cuidado mis plantitas en la oficina?, mira que, si regreso y pasaron a mejor vida, tendrás un serio problema porque si no lo haces tú, esta hija tan descuidada que tengo sería capaz de tíralas del quinto piso.

- Están hermosas.

- Y le hablas, ¿no? – me preguntó con cara de agonía.

- ¿A quién?

- A las plantitas, sabes que necesitan que les hables para que crezcan hermosas... ¿no le han hablado verdad? Maldición lo sabía, es increíble que puedan estar frente de una empresa, pero que no puedan cuidar unas plantas como ellas se merecen.

- Bien papá, le vamos a cantar a las plantitas si quieres, serenata...-interrumpió Katherina con una sonrisa tan cínica como solo ella podía regalar.

- Katherina no es cantar, solo hablarles, si le cantas podrías matarlas, esa no es una de tus cualidades hija, así que no es recomendable. – comentó esto con desaprobación ficticia. En la misma acción me miró y luego a su hija con una sonrisa misteriosa que no entendí para nada y le dijo a Katherina. - Ahhh ya entiendo, por un demonio hija, ya era hora carajo.

Kat lo miró con una cara totalmente avergonzada para luego mirarme con una pequeña sonrisa y completamente sonrojada. No entendí el comentario, ni la reacción de ella, tal vez más tarde, en algún momento sabría su significado, quizás...

Salimos del hospital horas más tarde con la noticia que debían operar a Don Ferré de su corazón porque de lo contrario no resistiría mucho, aunque la recuperación sería lenta sus expectativas de vida serían muy altas y podría vivir plenamente muchos otros años. Aunque era lo mejor, Kat estaba aterrada por toda la situación, decía que sabía que su papá estaba muy mal, pero el trataba de esconder todo lo que sentía para no preocupar a los demás. Y era obvia su preocupación, era su padre y tan solo pensar que lo podría perder le hacía entristecer el corazón.

La llevé a su casa para que pudiese descansar un poco y estuviese preparada para los próximos días que serían fuertes para la familia, yo estaría con ella sin dudas, no la iba a dejar sola. También debería estar en la oficina ya que el proyecto se entregaba en dos días y debía hacerme cargo de todo porque ella no tenía cabeza para eso ahora, aunque era un proyecto muy importante su prioridad era su padre. Subimos hasta la puerta de su casa donde le tomé la mano y dije suavemente. - Amor todo estará bien, él es un hombre fuerte y podrá con esto como ha podido superar otras situaciones en su vida.

- Lo sé, pero tengo miedo.

- Es natural, pero confía y conserva la fe de que él lo logrará, Dios no lo desamparará.

Me miró con una mirada de borrego herido como decía su padre y preguntó cómo una súplica. - ¿Quieres quedarte esta noche?, te necesito conmigo.

Era la primera vez que esa mujer tan fuerte que había conocido se convertía en una niña aterrada y deshecha. - No voy a ninguna parte.

Esa noche me quedé en su casa, dormí en su cama con ella abrazada, sin otras necesidades sino el sentirnos una al lado de la otra, sabiendo que compartíamos el mismo sentimiento. El estar ahí acariciar su cabello, secar sus lágrimas y tenerla en mis brazos era lo que necesitaba en esos momentos, que ella supiese que yo estaba ahí para ella, no quería estar en ninguno otro lugar, eso era suficiente...


No todo lo que se ve es realidad (Sankh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora