3. ¿Dónde está el tornillo n°5?

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Abril emitió un gruñido cuando escuchó el molesto ruido del despertador de su teléfono. Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien. Apagó la alarma pensando en todo lo que tenía que hacer ese día e intentando sacar fuerzas para salir de la cama.

Todo su mal humor se esfumó cuando vio el mar a través de la ventana de su dormitorio. Era mediados de agosto, por lo que el sol brillaba y, aunque solo eran las 9:30, ya había gente paseando por la calle, probablemente dirigiéndose a la playa.

Bastante más contenta, fue hasta la cocina y puso una de sus listas de reproducción de Spotify. Al ritmo de la voz de Ed Sheeran preparó su desayuno. Mientras comía, revisó los mensajes de su teléfono, esperando no tener malas noticias desde Brighton.

De repente,al ver del día que era, un nudo se formó en su garganta. Escribió un mensaje con miedo a que las cosas no fueran según lo previsto.

- Hola cariño, ¿estás bien? Espero que tengas todo listo. No sabes las ganas que tengo de verte.

Nerviosa recogió su desayuno y empezó a vaciar todo su equipaje y las compras del día anterior. Miraba el móvil cada 5 minutos, esperando la respuesta a su mensaje. Hasta que por fin...

- Hola Abs, tranquilaa. Estoy camino del aeropuerto. En menos de lo que esperas me tienes ahí. Te quiero.

Eran las casi las doce cuando terminó de organizar sus cosas. Se quedó observando lo único que quedaba encima de la cama. Abrió la cremallera y sacó de la funda su guitarra. Deslizó su mano por la madera recordando cómo disfrutaba todas las veces que se encerraba en su antigua habitación y pasaba horas tocando y cantando; y, sin embargo, hacía meses que no era capaz de hacerlo. Guardó la guitarra en el armario, con la esperanza de poder borrar los malos recuerdos que ahora acompañaban a ese instrumento y de recuperar esa parte de ella misma que había perdido.

Cuando se quiso dar cuenta ya era la hora de comer. Menos mal que ayer, entre tienda y tienda de decoración, aprovechó para comprar comida para unos días. Cocinó unos espagueti a la carbonara, su plato favorito. El nudo de la garganta ya había desaparecido. Se repetía una y otra vez que todo iba bien; que ahora mismo estaría ya en el avión y dentro de nada a su lado, a salvo.

Sin embargo, algo hizo que el corazón le diera un vuelco. Su teléfono móvil vibraba anunciando la entrada de una llamada. Una llamada de un número oculto.
De repente, la sensación de haber escapado de su pasado desapareció. Recordó cuántas veces había tenido que contestar ese tipo de llamadas y cuántos desastres habían traído consigo. Pero si algo había aprendido es que las consecuencias de no responder podían ser aún peores.

- ¿Diga? - contestó con la voz temblorosa.

- ¿Abril Arias Miranda? - preguntó una voz masculina.

Abril no daba crédito. ¿Cómo podían haber averiguado su nueva identidad?

- Sí, soy yo. ¿Quién pregunta?

- Llamo para informale sobre la entrega de los muebles que compró usted ayer. Pasaremos por la dirección que nos dijo sobre las 16:30, ¿le viene bien?

-Sí claro, perfecto. Muchas gracias. Hasta luego.

Suspiró alividada mientras colgaba. Puede que estuviera paranóica. Estaba en un país diferente, con un nombre diferente y tan solo llevaba allí un día. Nadie podía haberlo descubierto.

Decidió tumbarse hasta que llegaran los repartidores. Mudarse era agotador.

El sonido del telefonillo la despertó. Abrió las puertas mientras se frotaba la cara y se adecentaba el revoltijo rubio que se suponía que era su pelo.

Los repartidores dejaron todo en el salón, llenándolo todo de cajas y a Abril entre ellas, sin tener ni idea de montar muebles y con una fuerza física de un niño de seis años. Esto de la decoración no iba a ser tan divertido como imaginaba.

Pero entonces tuvo una idea. Cruzó al pasillo y golpeó la puerta de enfrente.

- Hola vecino.

- Espera voy a por la sal.

- Jajaja, gracias pero no vengo por eso. ¿Recuerdas que te ofreciste para ayudarme en lo que fuera?

-¿Es un delito?- preguntó con la cara muy seria.

- Todavía no tenemos tanta confianza para eso. No, solo tengo unos muebles en mi salón y muy poca idea de como montarlos.

- Voy a por la caja de herramientas. Pero vas a tener que invitarme a una cerveza.

- Hecho.

Entre broma y broma, sentados en el suelo entre los paquetes, los dos vecinos trabajaron en equipo. Mueble por mueble, mientras se iban conociendo.

- Entonces, ¿eres de Inglaterra? Supongo que tu familia es de aquí, por tus apellidos.

- Mi madre era española y mi padre es inglés, aunque su padre también era español. De ahí mis apellidos -contestó esperando que no hiciera muchas preguntas sobre su familia y mintiendo, la familia de su padre era inglesa y bastante conocida.

- ¿Era?

- ¿Me pasas el destornillador? Gracias. Sí, mi madre murió... fue en un accidente de tráfico - mintió Abril. Ojalá hubiera sido un desafortundo accidente, pero no fue así. - Fue hace 4 años ya.

- Vaya. Lo siento mucho. Tuvo que ser duro.

- Lo fue, tenía dieciseis años. Háblame de tí. ¿Estudias?

- Sí. Periodismo. Voy a hacer cuarto este año. ¿Tú qué haces? ¿Y dónde está el tornillo número 5?

- Toma está aquí - dijo lanzándole el tornillo- estudio Enfermería, empiezo tercero y espero encontrar también un trabajo porque esto no se paga sólo.

- Con que una futura enfermera, osea que lista y trabajadora. Sólo te falta mejorar en la carpintería y ya serías un partidazo.

- Oyee -grita Abril pegando a Nic en el brazo.

Ambos se rieron. Habían conectado muy rápido y se llevaban relamente bien.

-Nic, gracias por esto. De verdad no se qué habría hecho sin tu ayuda. Bueno sí lo sé, habría muerto aplastada por las cajas.

- ¿Y quedarme sin la única vecina guay tan rápido? Es un placer, Abril -respondió el chico con una bonita sonrisa.

En ese momento, llamaron a la puerta.

- ¿Esperas a alguien?

Abril se levantó de un salto y corrió hacia la puerta. Con todo este lío ni se había fijado en la hora que era. Ya estaba aquí.

- Hola guapa, ¿me has echado de menos?










No me sueltesWhere stories live. Discover now