Que arda el infierno (parte 3)

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La música tiene que sonar cuando lo avise en el cap, disfruten.


Las armas han sonado por todo el lugar, es la marca de que ya no hay vuelta atrás: es obvio que nadie va a echarse atrás. De todas formas, dije que sería justa con los que no querían estar acá, ni que tampoco querían formar parte de este infame club, por lo que, antes de que alguien dé el escopetazo de salida, es hora de hacer un anuncio. No grito, no es necesario, pues mi voz suena fuerte en el espacio, "con autoridad", por decirlo de algún modo.

-Esto se termina hoy, pero antes de que alguien dé un tiro, a todos los que eran miembros de otros clubes que fueron obligados a unirse a las Hienas bajo la amenaza de "únete o muere", ahora les doy la tercera opción: pueden quedarse y pelear, tanto en nuestra contra como a nuestro lado y vengarse de los que destruyeron sus clubes y demás, o pueden irse. Ustedes eligen lo que quieran, mas quien se quede con ellos y esté a su favor, sepan que no habrá piedad y morirán bajo nuestras manos. Están advertidos. Si se van, háganlo ahora mismo y, quien se quede, haga algo que demuestre su posición: únanse a nosotros, sáquense los chalecos, lo que sea si están a nuestro favor. Ustedes decidan. 

La risa del rubio me hace observarlo con una ceja alzada, ¿de qué se ríe? Que no me diga que realmente cree que nadie va a tomar mi oferta, porque si es así, es rematadamente imbécil. Casi podría jurar que, más o menos la mitad de los presentes con el chaleco de su club, van a volverse en su contra o se irán. No tengo duda alguna de eso. 

-Estás más desesperada de lo que pensaba o sos más tonta, una de dos. Era obvio que algo se te iba a caer, no sé por qué temí de que pudieras habérmela jugado. ¿En serio creés que alguien va a unirse a vos y a tu grupo de idiotas? Por favor, no seas ingenua, ellos son mis hombres, nadie va a traicionarme. 

-¿A no? ¿Eso es lo que creés?

Mi sonrisa parece desconcertarlo y eso provoca que la suya propia se vaya debilitando, hasta que sus ojos se desvían de mí y su ceño se frunce ante la realidad que observa: no uno ni dos, sino decenas de miembros de Las Hienas, han empezado a sacarse los chalecos y a tirarlos al piso al tiempo en que unos cuantos se encaminan fuera del grupo o hacia uno de los grupos de hermanos que pertenecen a los nuestros, demostrando con quién están. 

No es que queden tan pocos, la verdad es que, a simple vista, todavía quedan unos cientos de personas con chalecos de los contrarios frente a nosotros, aún tiene un poco de resistencia con él. Qué lástima para su fortuna, que no le va a servir de nada. 

Sus iris azules se clavan en mí con odio al ver que lo que acabo de decir en mi "anuncio" sí que tuvo efecto y que gran parte de su "ejército" lo ha abandonado. 

-¿Decías? 

-Maldita perra desgraciada.

-Los halagos no te llevan a ningún lado conmigo. Ya deberías saberlo. Ahora, esto puede ser por las buenas o por las malas, depende de vos. Rendite o peleá, de todas formas vas a morir. 

-¿A sí? ¿Tan segura estás?

-Tanto como de que sos un imbécil egocéntrico y te faltan toneladas de cerebro. 

Su cara se pone roja de bronca y, con rapidez, lleva una mano a la cadera y saca una nueve milímetros, la cual me apunta directo a mi cabeza. Sin embargo, en lugar de sentirme amenazada, no puedo menos que reírme, solo así, lo cual parece desconcertarlo nuevamente y aumentar la gracia que esto me causa. 

-¡¿DE QUÉ DEMONIOS TE ESTÁS RIENDO, CON UN DEMONIO?!

Respiro profundo, quitando una lágrima de la comisura de mi ojo, al tiempo en que relamo lentamente mi labio superior. 

La Reencarnación de Pandora (Serie Veneno sobre ruedas II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora