Liberar Estrés

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A la mañana siguiente el olor del desayuno preparado por Alfred comenzó a despertar a cada uno de los residentes de la mansión Wayne. Tim desde su cama pudo oler el tocino cocinarse y en pijama bajó a dónde estaba el resto de la familia ya a la mesa a la espera de su plato.

Bruce leía el periódico. Dick hacía el crucigrama del periódico de Bruce. Damian jugaba en su celular. Jason, apenas si podía abrir los ojos, tenía a su lado una botella de agua a la mitad. Tim no dudó ni un instante en burlarse un poco, una de las tantas que su antesesor de capa le había hecho.

—¿Te divertiste, Jason? —cuestionó tomando su asiento en la mesa —¿Qué tal estuvo el viaje? —agregó con una carcajada en los labios.

Todd elevó una hostil mirada hacia su hermano y a la vista de todos le levantó el dedo medio. Bruce hizo como quien no lo vió y siguió leyendo el periódico.

—Espero que lo hayas disfrutado —comentó el patriarca Wayne sin despegar la vista de su lectura —por que esto no se va a repetir en mi casa.

—¿Lo de levantar el dedo prohibido o lo de fumar hierba? —preguntó Damian con cierta inocencia fingida.

—Cierren la boca todos—, respondió Todd al tapar parte de su rostro con la palma de su mano.

—El pobre aprendió la lección —continuó Dick—, déjenlo tranquilo.

Bruce terminó de desayunar y se fue directo a su habitación. Al no tener ningún pendiente, podía darse el lujo de dormir el resto de la tarde sin que los chicos se dieran cuenta de su holgazanería.

—¿A dónde vas, padre? —indiscreto, Damian cuestionó.

—A estudiar historia Antigua —respondió con poco interés —Así que espero que nadie me interrumpa por las próximas horas.

...

Cinco días pasaron con la misma rutina. Levantarse a desayunar en familia. Pelear unos con otros por los aditamentos. Pasar horas en redes sociales. Ver una película. Ver la siguiente película en la lista. Comer en familia. Separar a Tim y Damian por pelear. Seguir en redes sociales y desvelarse hasta el amanecer.

Bruce no podía aguantar ni un minuto más el confinamiento. Eran casi las cuatro de la tarde y él aún seguía en la cama. Estaba aburrido como nunca. Era el séptimo día consecutivo. ¿Qué tenía de bueno la tarde que le diera motivación para salir de la cama? ¿Bajar y ser parte de las constantes e ininterrumpidas peleas de los chicos? No gracias, estaba bien en la soledad de su habitación.

Bruce cerró los ojos una vez más, prefirió recordar ese placentero sueño que había tenido esa mañana en dónde estaba boca abajo, en una camilla de masajes, y era relajado por unas suaves manos que hábilmente acariciaban su espalda mientras sus ojos poco a poco se ponían en blanco.

—¡Amo Bruce! —Alfred abrió estrepitosamente su puerta en ese momento. Wayne abrió los ojos de golpe, esfumándose así todo recuerdo de su fantasía—. Tiene que venir de inmediato, los chicos dejaron al joven Tim dentro de la caja fuerte.

Lo único disfrutable que tenía se había esfumado. Bruce se levantó de la cama con una cara de pocos amigos que combinaba a la perfección con su cabello alborotado y la barba crecida de tres días. Se puso unos zapatos y se dirigió a bajar las escaleras.

—¿Cómo fué que lograron meterlo en una caja de 50 x 50? —preguntó con una monótona voz digna de una contestadora telefónica.

—Para cuando me di cuenta ya estaba el joven dentro —contestó el mayordomo quien le seguía con pasos apresurados.

—¡Sácalo de una vez Damián, Bruce ya viene y se dará cuenta!  —gritó Jason.

—¡Que no puedo! ¡Olvidé la estúpida clave!

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó el patriarca parándose de brazos cruzados frente a los tres chicos.

Los jóvenes de inmediato se formaron en una fila frente al padre con las manos recogidas detrás de su espalda.

—¡Que el idiota de Damián encerró a Tim porque pensó que tenía coronavirus! —contestó Jason.

Bruce inhaló y exhaló profundamente.

—Ah, y Jason le ayudó —agregó Dick.

—Tienen tres segundos para desaparecerse de mi vista... y estoy contando.

—Pero padre, fue solo un acc...

—Más les vale que se larguen ahora —aseveró. Los chicos corrieron despavoridos como almas que lleva el diablo.

Bruce digitó la contraseña de su caja fuerte y sacó a Tim Drake de ahí jalándole del brazo. El menor tomó una gran bocanada de aire. Wayne le abofeteó en ese instante.

—¿¡Yo que hice!? —reclamó completamente consternado.

—Eso te lo ganaste por zopenco. Eres tan listo como muchas personas juntas, pero un idiota. Ahora vete, que necesito un descanso de ustedes.

Bruce se tumbó en el sofá. Abatido, sofocado, permaneció ahí por unos instantes con la mirada al techo. ¿Qué era lo que le tenía tan mal? Los chicos, a pesar de todo, no habían hecho algo que se saliera de lo habitual. El hecho era que se trataba de algo más que el aburrimiento: frustración.

Alfred pudo notarlo desde el momento en que fue a despertarlo. Un cuerpo de ochenta y nueve kilogramos como el de Bruce Wayne no era hecho para guardar reposo, y su mal humor no podía mentir.

—Alguien necesita liberar un poco de tensión —habló Alfred. Uno de sus tantos comentarios mal intencionados —y hay diversos métodos que circulan por la red.

—Aparentaré no haber escuchado eso, Alfred.

—Con el debido respeto, amo Bruce, usted necesita sexo para mejorar su humor.

Bruce rodó los ojos ante aquellos disparates.

—Eso no es verdad, Alfred. Comienzas a enloquecer tú también por el encierro.

Pero por más que se empeñara en negarlo, el viejo tenía la boca llena de razón.

....

Próximo Capítulo: "La fiebre de Bruce"

Batfamily en CuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora