Capitulo 29 (Editado)

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Capítulo 29





Sonreía ampliamente cada que observaba la felicidad de su novia, todo dentro de él se llenaba de paz, de esperanza, y de sueños por cumplir. Después de conocerla y ahora que la tenía sentía que pedirle algo más a la vida era demasiado.
Solo dos semanas, sí, era lo que faltaba para que saliera de la secundaria, para poder llevarla con él, tenerla siempre, verla despertar, verla reír, acostarse con un beso antes de cerrar los ojos y dormir con su respiración en su pecho de forma lenta y tranquila. Pensar en eso hacía que un calor satisfactorio se instalara en su pecho. Él, llegando de trabajar y encontrándola envuelta en libros de la universidad, mientras arrugaba su entrecejo concentrada en algún tema, luego ella, levantaría el rostro y con la sonrisa más bonita que podía imaginar correría en su dirección para darle un beso de bienvenida.
Estaba enamorado, tan enamorado que le era inevitable sentir un poco de temor por eso. Una parte en sus adentros vivía en la espera de que algo muy grave sucedería, y eso lo mataba poco a poco porque no sabía cómo hacer para borrar el sentimiento. Sin embargo, sabía que esa horrible sensación desaparecería de su ser cuando la tuviera para él de una vez por toda.

Le fue imposible no recordar las palabras de su padre, últimamente lo recordaba mucho, eso le agradaba. Por fin sentía que se estaba comportando como un verdadero padre, por muchas cosas que hiciera o por mucho temor que provocara, era su familia, y estaban teniendo ese lazo que tanto había anhelado y que nunca había obtenido, ahora después de tanto y sin saber cómo, lo estaba consiguiendo y eso era un complemento para su felicidad. Tal vez sí lograría tenerlo todo después de tanto.

Maya se encontraba sentada frente a él mientras esperaban a que Grace le sirviera la comida, le hacía muecas divertidas y Dimitri por su parte le devolvía apretones por debajo de la mesa, su padre estaba leyendo el periódico mientras su madre servía en silencio, ninguno tenía buena cara a decir verdad, sin embargo no era nada nuevo entre ellos.

—Dimitri. —dijo de pronto Gustavo dejando el periódico a un lado al tiempo que su mujer se sentaba junto a él.

El recién mencionado por su parte colocó toda la atención en su suegro que lo miraba de una forma muy extraña para su gusto, también el tono de voz que había utilizado no le proporcionaba demasiada confianza.

—Dígame, señor Gustavo. —comentó formalmente bajo la mirada de su novia que estaba aguantando la risa ante su comportamiento tan formal.

—¿Qué te causa tanta risa Maya de la Concepción? —la había reprendido con voz dura y precisa, Maya no dijo nada al respecto solo se disculpó en silencio, Dimitri por su parte cambio repentinamente su posición, pero permanecía en silencio. Sabía perfectamente que no podía decirle nada al hombre por el bien de ambos.

En todo el tiempo que llevaba de relación con Maya pudo apreciar que su padre era un hombre malhumorado y muy reservado, era de esos hombres que creían fielmente que su género debía permanecer en lo alto y luego, aproximadamente cinco lugares más abajo tenían que estar las mujeres. Por suerte, Maya no había puesto demasiado atención en su crianza, y había salido una fiel creyente del empoderamiento a la mujer. Pero aun así había escasos momento, como ese en que ella bajaba la cabeza ante un acto tan innecesario, que hacía de él una tortura, odiaba eso y le ayudaría a que lo eliminará completamente de su vida cuando vivieran juntos.

—Gustavo. —había hablado su esposa con súplica, el hombre ni siquiera se inmutó.

—Quería hablar sobre tu padre, ¿Te incomoda? —dijo de forma brusca sin quitarle la mirada al joven.

Punto débil © (Nueva Versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora