Capítulo 25 | El Santo Grial

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Por fin.

Me relamo los labios.

A pesar de lo mucho que disfruté al verla usar su nuevo vestido blanco en la cena, se veía mucho más hermosa de lo que podría haber imaginado, no siento la más mínima pena de verlo ahora tirado en el suelo.

Paso la mano por su espalda y desabrocho su bra.

Me encanta cómo caen sus senos cuando se les libera de sus crueles ataduras.

Parece ebria, mas no por el ponche que bebimos en la cena, sino ebria de mucha excitación.

¡Dios!

Está lista para salir disparada como un cohete.

Y yo también.

Pongo la canción, nuestra canción que he elegido para esta ocasión: Движения de Temnikova.

No hay mejor canción para expresar lo que siento.

Esta canción le dirá la verdad con cada palabra y cada nota.

Tan pronto entramos por la puerta después de cenar, me arranqué la ropa sin mayor formalidad y ella siguió mi ejemplo, quitándose el vestido y lanzándolo al aire con un aullido.

Eso me excitó, pero en realidad todo lo que ella hace me excita.

—Acuéstate

Le ordeno y señalo la cama.

Ella obedece sin titubear.

Primero gatea sobre la cama como una felina, y la imagen de su tanga devorado por sus exquisitas nalgas hace que me ponga a sus pies.

—De espaldas

Le digo, casi sin aliento.

Lena obedece y se estira tanto como puede, con el cabello rojizo ondulante sobre la almohada bajo su cabeza.

Su respiración es superficial.

Empieza a retorcerse sólo de expectación de lo que está por ocurrirle.

¡Dios!

La expectativa la está devorando en este momento, pero lo que la expectativa no sabe es que a partir de ahora soy la única que puede devorarla.

La música le revela mi verdad.

Me trepo a la cama con un gruñido y separo sus piernas al acercarme.

Ella arquea la espalda de deseo.

Sin advertencia, me sumerjo y muerdo la tela de su tanga como un perro rabioso.

Lena emite un chillido de la sorpresa.

Agito y jaloneo la tela, hasta que la banda elástica se rompe y me deja arrancar la prenda de un movimiento.

Inhala.

Veo mi objetivo.

Es sumamente exquisito.

Pero todavía no.

Me monto encima de ella y la beso, mientras presiono mi juguete favorito
contra su muslo.

Ella me envuelve con sus brazos y eleva instintivamente la pelvis hacia mí, invitándome a entrar.

Una locura.

La acaricio entre las piernas con mucha delicadeza, apenas rozando su clítoris con la punta de mis dedos, y ella emite un ligero gemido.

Sumerjo un dedo en sus profundidades

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