Después de un largo día de viaje, estamos de vuelta en Moscu, subiendo las escaleras hacia su departamento.
Voy atrás de ella, cargando su equipaje y admirando su exquisito trasero.
¡Qué viaje!
¡Qué mujer!
¡Qué vida!
Había planeado muchas otras cosas para nuestro segundo día en Filipinas, como hacer rapel en un cenote de cien metros de profundidad en medio de la selva, un paseo en helicóptero al atardecer o nadar en sus famosas playas.
Pero así es como se hace reír a Dios, haciendo planes.
Al final, resultó que no salimos de nuestra casa del árbol ni una sola vez, ni siquiera para comer.
Y fue el mejor día de mi vida; o bueno, el segundo mejor día.
Desde que despertamos esta mañana hasta que la limusina se estacionó frente a su edificio hace treinta segundos, nos hemos comportado como adolescentes enamoradas.
Esta mañana, mientras desayunábamos en el balcón, al mirarla del otro lado de la mesa, rodeada de la selva llena de vida, sentí una especie de felicidad que me inundó y me dejó sin aliento.
—Eres el original divino de mujer, Eres la perfección mujeril del reino de las ideas.
Me lanzó cierta mirada, esa mirada por la que sería capaz de mover montañas, esa mirada que me hizo querer ser una mejor mujer.
—Y tú eres la perfección Rusa-Griega
Me contestó en tono relajado
—Eres mi mujer muy mujeril.
Me reí.
Y nuestro comportamiento infantil no terminó después del desayuno.
Durante el traslado en camioneta al aeropuerto, las horas de espera en aeropuertos y las dos vuelos, no hemos parado de reír, suspirar, mirarnos a los ojos y susurrarnos frases afectuosas al oído, acariciarnos y besarnos las mejillas, y darnos besos tiernos, sin poder creer que esta es nuestra vida.
Estamos en la cima juntas, en la cima de un mundo ideal habitado sólo por nosotras dos.
Llegamos a la puerta de su departamento.
Está ligeramente abierta.
—¿Qué demo...?
Murmura mientras empuja la puerta para abrirla
—¡Dios mío!
Exclama y ahoga un grito.
Su lugar está destrozado de arriba abajo.
La detengo con el brazo para impedir que entre.
—Quédate aquí
Le digo y doy un paso hacia adelante.
No lo puedo creer.
Hace cuatro días, cuando la recogí para ir al aeropuerto, el lugar estaba impecable, y ahora está hecho pedazos.
Lo que alguna vez estuvo en sus paredes, sus libreros y sus cajones, ahora está arrumbado en el suelo.
¡Mierda!
Parece una zona de guerra.
¿Qué diablos pasó aquí?
¿Alguna especie de crimen pasional?
Siento el calor de su cuerpo a mis espaldas.
Me doy vuelta y la abrazo.
Está temblando.
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The Balkan
FanfictionElena es una chica joven que trabaja como agente de admisión en un club de citas por internet para poder costearse la carrera de Psicología. Julia Volkova, una mujer adinerada y exitosa profesionalmente, entra en contacto con The Balkan después de...