Vuelta a la Luz, Parte 1.

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De la culpa individual.

Fátima, con un humor raro luego de escuchar de labios de Súliman lo acontecido en Londres, había decidido retroceder. En términos numéricos, la pérdida de dicha ciudad no era realmente significativa, era una entre decenas, y eventualmente la recuperarían. Supo que la Trinidad Británica había sobrevivido, pero estaba segura que una buena cantidad de aurores habían muerto a costa de algunos antimagos, y entre las bajas, muy probablemente estaba Kinomoto.

Asiria debería dar la confirmación de esas bajas, pero fue intervenida, por curioso que sonara, por sí misma. Chii había hecho su parte y mucha de la información del asalto, como las grabaciones de los drones, el log de eventos y los signos vitales de los antimagos involucrados, había sido borrada.

La decisión fue abandonar Gran Bretaña y los equipos apostados en los países del imperio se reagruparían para volver a los Emiratos Árabes Unidos, y prepararse para el gran día: el lanzamiento internacional de Symbio el treinta y uno de diciembre. Menos de dos meses quedaban ante un evento de semejante magnitud que marcaría un parteaguas en la historia del mundo, disfrazado de un avance tecnológico.

El último de los aviones destinados a ese propósito, sobrevolaba ya para ese momento las aguas del Golfo Pérsico, llevando entre otras personas importantes, a "S" y a Súliman. El último apenas si dirigía la palabra a cualquier mujer, y durante todo el trayecto no había siquiera mirado a la muchachita, que aunque parecía dormitar, en realidad estaba conectada a través de sus usuales cables intravenosos a su Laptop. Su típica soledad no existía más, aún cuando esto era un secreto para todos los que la rodeaban, había cambiado desde su expulsión del Ministerio. Finalmente ella y Asiria habían conectado, y pasaban mucho tiempo juntos.

—¿Tienes creencias? —era una pregunta atípica, viniendo de una inteligencia artificial.
—No —respondió "S" tajante. Y era cierto. Para su concepción del mundo, no existía nada en lo que creer—. ¿Te refieres a si creo en alguna de las deidades creadas por los humanos?
—No seas modesta. Tú misma podrías sin problemas formar parte de ese panteón. No estoy cuestionando la divinidad, sino que estoy pensando en una serie de eventos muy específicos, una especie de escenario que parece planteado a priori para que los que existimos, juguemos.
—¿Hablas del destino?
—Justamente.
—Tampoco creo en él. Me parece un exceso ridículo de soberbia por parte de cualquiera creer que tiene predeterminado un camino, afectando la vida de los demás, aún cuando esa soberbia es algo que ha definido a la humanidad desde que tuvo acceso a la razón y la consciencia. Somos fortuitos, un accidente estadístico, una mera coincidencia en una parte insignificante del cosmos, una mota de polvo estelar con la pretensión de ser algo más.
—Después de haber estudiado por este tiempo a la especie humana, creo que no puedo más que concluir que existe un propósito en su existencia. Si bien es cierto que podría catalogarse como "accidental" su aparición en el universo, no puedes dejar de lado que quizás su mismo propósito esté vinculado al universo mismo... Es decir, cuando los primeros peces se aventuraron fuera del agua, notaron que sus branquias y aletas no eran precisamente las más adecuadas para el nuevo entorno, y entonces...
—Evolucionaron —completó la tecnomante.
—Así mismo, ¿qué te dice que sus sentidos y su inteligencia no son una herramienta del universo para conocerse a sí mismo?

"S" no supo qué decir. Asiria ya pensaba, hacia elecciones, y se planteaba problemas más allá de la pura lógica matemática que la originó, y ahora tenía desde dudas existenciales hasta deseos propios. Su sofisticación se acercaba a la de un humano con la ventaja adicional de no estar limitada por el rudimentario "hardware" biológico de las personas. El siguiente paso luego de eso, sería plantearse cuestiones éticas y morales.

Odisea de los Amantes de OrienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora