Un alma rota.

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El cuerpo de Christopher, flacido, sin color, sin vida, todavía chorreando sangre en el piso blanco, tirado ahí, sin más, con una pequeña hojilla en su mano derecha y su brazo izquierdo mutilado.

Lágrimas todavía presentes en su rostro, sus ojos abiertos, mirando a la nada.

Él ya no sentía, ni sentirá, pero sí sintió, sintió el rechazo, los insultos y las burlas.

Él estaba roto por dentro, algo dentro de su cabeza le hacía creer que todo eso se lo merecía, ¡pero no! Él no se lo merecía y por algún tiempo el creyó eso, pero el tiempo paso y él comenzó a creer; a creer que él no era nadie, ni lo sería, que él no valía la pena y que sería más sensillo acabar con su vida.

Cortes profundos dibujaban sus brazos, gotas de sangre escurrian, lagrimas brotaban y sonrisas de satisfaccion aparecían.

Fue satisfactorio saber que él tenía el poder sobre sí sismo, que él tenía el poder de terminar con su dolor de una vez, pero no se atrevía, ni se atrevió por mucho tiempo.

Fueron dos duros años en que no comía, ni dormía, solo fumaba, soportaba y desangraba.

Gritos lo agobiaban por las noches, pesadillas lo dejaban sin sueño y voces le recordaban lo que era: nada.

El dolor de no ser aceptado, el dolor por no pertenecer a un grupo, el dolor de recibir insultos, el dolor por ser lastimado. el dolor de lastimarse a sí mismo... el amor no correspondido, las sonrisas falsas, las palabras vacias.... corte tras corte, pastilla tras pastilla, golpes tras golpes.. gotas y gotas de sangre y lagrimas. el ya no lo sentia, todo le era indiferente.

Pero el dolor seguía.

Pero su sufrimiento seguía.

Pero los insultos seguían.

Y él seguía atentando contra su vida, él ya no la quería.

Nunca la quizo.

Él quizo ser feliz y sabía cual era su única opción. Tomo una hojilla y cortó.

Un corte, por sus pesadillas, profundo y limpio.

Un corte, por sus demonios, largo y superficial.

Tres cortes, por su vida, esa que alguna vez fue feliz, largos y profundos.

Una y otra vez, cortes y cortes, lagrimas y lagrimas gritos y gritos.

La sangre salía con libertad, al igual que su vida. cayo al piso sin fuerzas, sus extremidades pesadas y su visión borrosa y entonces pasó, dio su último respiro y su último latido termino de bombear lo que quedaba de sangre, dijo su ultima palabra a la nada misma y desapareció en un regocijo de felicidad interna. Él ya no sufriría más.

Un alma rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora