unique

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Krul aún recordaba cuando tomó a Mikaela bajo su manga, cuando lo había convertido en un vampiro.

Podía recordar como el pequeño, de apenas doce años en aquel entonces, lloraba, y lloraba desconsoladamente sin remedio en su cuarto pensando que nadíe podía escucharlo.

A pesar de haber sido ella misma quien había tomado una parte significa de la humanidad a la que el joven se aferraba tanto, no podía evitar sentirse apenada cada vez que los sollozos rotos llenaban sus oídos.

Pero incluso si era así, ella tenía sus razones. ¿Era mejor dejarlo morir acaso?, los demás niños no tenían caso, el pelinegro había escapado y Mikaela había sido el único dejado malherido.

"De seguro me odia", pensaba.

No culpaba al niño si lo hacía, en cierto punto lo comprendía, pero lo hecho, hecho estaba, ¿qué solución podía haber?

A pesar de su propia charla interna, ella seguía entrando a su cuarto por las noches; prendía la vela hallada al lado de la puerta y se acercaba al chico, sentándose en la esquina de su cama.

Mikaela nunca hablaba primero. Krul podía sentir como se tensaba cada vez que ella hacía presencia, y específicamente cuando entraba a su pieza, y trataba de suprimir (inútilmente) su llanto, ahogándose un poco, resfregando su cara contra la almohada y tomando largas, y pesadas, respiraciones entrecortadas.

—Los vampiros no dormimos, Mikaela. —Le recordaba siempre ella. Después de todo, Mikaela siempre procuraba dormir temprano.

Palabra clave, procuraba, Krul sabía que nunca lograba conciliar el sueño por culpa del llanto, uno duradero y extenso, que duraba durante todo el tiempo en el que Mikaela consideraba "día".

Aunque ella entendía que, en cierta forma, Mikaela sí que conservaba ciertas, ciertas, necesidades humanas. Necesitaba dormir un poco, pero no era nada que lo fuera a matar o que pudiera afectar gravemente en su desempeño.

—Ya lo sé... —Se limpiaba rápidamente cada lágrima que caía.

—Solo... Solo... quiero tratar de dormir... —Y suspiraba pesadamente, tratando de recolectar una cantidad de aire adecuada para no ahogarse cada que hablaba. —...No quiero perder el hábito.

Por último, se dirigía a ella: —Quiero- Quiero tratar de dormir.

Por más serio, o determinado, o confianzudo, que quisiera lograr verse, siempre acababa rompiendo en llanto de nuevo, rompiendo aquella calma que tanto le había logrado rescatar apenas segundos atrás.

¿Y Krul?, Krul lo miraba tranquila; serena; calma, receptiva incluso, dispuesta a tratar de comprender el dolor que cargaba el nuevo joven bajo su falda. Le daba una sonrisa y abría lentamente sus brazos, como si temiera espantarlo.

¿Y Mikaela?, Mikaela, el único sobreviviente de la masacre a su pequeña y única familia, se echaba a brazos de su nueva mentora, de su nueva protectora. Trataba de sentir alguna pizca de protección, de comfort incluso, por más leve que fuera aquella, pero la buscaba y la anhelaba con toda su alma.

Y Krul decía: —Buen niño. —Pronunciaba despacio, para que solo él fuera capaz de escuchar y pudiera sentirse acobijado entre su pecho, para que por incluso el más breve de los momentos, el desolado niño pudiera encontrar paz.

First days | ONSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora