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Observó la mansión con detenimiento, puede también que con algo de miedo. El sol ya casi se terminaba de ocultar indicando que aquella fiesta recién comenzaba. Se giró a su amigo, quien traía una emocionada sonrisa, y aunque no podía comprobarlo Alex aseguraba que sus ojos brillaban bajo aquel antifaz de lobo morado.
Vegetta odiaba las fiestas en su casa, todas menos las que organizaba el mismo, y aquella era una que llevaba organizando hace meses. La temática de la fiesta era "bal masqué", según decía Vegetta con aquel acento dudoso. Con decoraciones antiguas y antifaces despampanantes. Claro que Alexby no pensaba ponerse nada que lo hiciera destacar, realmente estaba allí solo porque Vegetta se lo había pedido a ruegos. Se puso el traje más básico que tenía junto a un antifaz blanco y azul haciéndole juicio al casco que no podría llevar esa noche. La mascara era de lo más sencilla, sin lentejuelas, ni brillos, lisa.
Vegetta -quien fue hasta su casa solo para asegurarse que iría- le había regalado una mueca de disgusto intentando encontrar las palabras correctas para no enfadar al menor. —¿Estas seguro que no quieres algo un poco más-?
—Nop— Interrumpió— Y no insistas o me arrepentiré de haber aceptado. Alex estaba claramente de mal humor, aunque intentaba ocultarlo no podía evitar mirar con disgusto el espejo viendo lo ridículo que se veía. El pensar que en unos minutos iba a tener que estar así frente a todo el pueblo hacia que muriera de ansiedad.
Samuel bufó poniendo los ojos en blanco mientras soltaba un "Vale" con las vocales alargadas. —Vamos que se me hará tarde, soy el anfitrión, se supone que tengo que estar allí antes que nadie.
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Como era de esperarse todo era perfecto: la musica, el ambiente, las personas. Nadie esperaba menos de una fiesta organizada por Samuel DeLuque quien no paraba de buscar con la mirada algún error o defecto que arreglar.
Alex llevaba 3 horas allí, ya no aguantaba estar en aquel incómodo ambiente. Se había pasado la noche pegándose a la pared, observando a los demás disfrutar y reír hasta que Vegetta lo guiaba a algún grupo de gente con inútiles esperanzas de que se integrara, cosa que parecía imposible.