Odio; me odio; odio; me odio...

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Odio: ¿Quién merece vivir? Me interrogo buscando una explicación, certezas. Quiero tener claridades, sentir profundamente y sinceramente quien aporta algo a mi vida, a la vida de quienes buscamos un cambio. Me autodefino como salvadora, creo. Igual tengo mis dudas; aún sabiendo que es lo que debo terminar, no sé por donde empezar.

Me odio: Debería empezar por acabar conmigo misma. Siento que otra voz me gobierna y también mis pensamientos.

Odio: los retratos, los recuerdos. Todos me olvidaron, seguramente por eso estoy confinada. – aún aturdida recuerdo entre lapso y lapso algo de mis orígenes-

Me odio: cuantas personas tendrán que morir para entender que de este lenguaje no queda nada. Que la memoria no existe, que los sabores no son ni agradables ni espantosos. Seguirá la decadencia humana mientras no te identifiques con elementos verdaderos. Esto significa una sola cosa: eres un cuerpo o por lo menos un recuerdo de el, y jamás te has visto, nunca has estado ni cerca de conocer tu imagen. Te gustan los animales y sientes ternura cuando te identificas con algo que quisieras exteriorizar. Pero, te exhibes en ideas tan lejanas, tan ajenas.

Odio: Pues sin más, me das respuestas, sentencias el contacto que deberá tener cada cuerpo con la plaza que sea. Empezaré por preguntar - ¿a qué te huele cuando vas a morir? –  es indudable saber qué es lo que ves…

Los Malditos del 21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora