Capítulo 7 (Editado)

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Capítulo 7



Pésima mentirosa, eso era. Mintiéndose durante tanto tiempo, pero sin haber logrado engañarse, era una pésima mentirosa. Porque sí, es muy fácil decir palabras y mentir con ellas a los demás, pero el día que te logres mentir a ti misma te podrás llamar una buena mentirosa, y estaba muy claro que ella no lo era.

Le dolía aceptarlo, pero era la verdad. Nunca dejó de amarlo, en la ausencia, en su abandono, en el dolor, jamás pudo. Se juró a sí misma que lo olvidaría, que no pensaría en él ¿Lo había cumplido? claro que sí. Hubo días en el que su recuerdo le era indiferente, hubo noches en las cuales ya no lo soñaba, ya no lo pensaba. Sin embargo, nunca había desaparecido el sentimiento, ahí estaba la gran diferencia.
Ahora él volvía, de una manera tan confusa, Como si nada hubiese pasado, como si no la hubiera dejado rota el día en el que le dijo que todo lo que habían vivido era mentira, que nunca la había amado.
Lo recordaba tan fresco, tan claro, ese era su recuerdo más doloroso y a la vez el más nítido en su vida. Ella llorando, o mejor dicho llorándole. Algo de lo que definitivamente se arrepentía, pero algo que ya estaba hecho y no podía cambiar. Nadie podía juzgarla, en esa época era una niña inocente que creía en el amor, y todo había pasado demasiado inesperado. Aún tenía el sentimiento cosquillando en su piel, eso fue lo peor. La burla, la traición, el odio. No quería volver a caer en eso y eso estaba solamente en ella, en la fuerza que ella colocará sobre el hombre que le había dañado el corazón y el cual ahora llegaba a querer mandar en sus sentimientos como si tuviese algún derecho sobre ellos.

—Acéptalo Maya. —dijo alejándose de ella y volviendo a sentarse en su lugar como todo un jefe. —Es tuya.

Eso la hizo volver del trance en donde estaba. Y por un leve segundo utilizó la razón antes que otra cosa y solo encontró una respuesta: Necesitaba ese dinero.
También debía empezar a mostrarse de otra manera frente a él. Aunque ahora estuviera pudriéndose en dinero y se hiciera llamar diferente, conocía ciertas cosas de él, y sabía que estaba pensando en lo débil que se comportaba, pero ya no más. Pretendía cambiar eso y era lo que esperaba hacer a partir de ese momento.

—Tiene razón. —había dicho volviendo a sentarse de la manera más calmada que pudo. —Es mía. Muchas gracias por informarme.

La observó fijamente y asintió buscando quitarle importancia al asunto, al parecer había otra cosa de la cual quería hablarle. Algo lo inquietaba, Maya se dio cuenta, había algo más en él ese día. Desde que la había visto llegar su rostro estaba diferente, sus ojos, su postura. Se notaba a simple vista que algo estaba raro, pero aún no descifraba lo que era.

—Desde ahora necesito que dejemos los puntos claros. —ella solo observaba como elegantemente él hacia cualquier cosa. —Por eso mande hacer esto. —abrió un cajón y de el mismo saco una hoja para a continuación colocarla sobre ella, un contrato. Su corazón dejó de latir levemente cuando comenzó a leer el contenido.

Maya miraba sorprendida el documento frente a ella, era un contrato a simple vista, pero no era tonta, sabía lo que quería lograr con eso. Una manera legal de atarla, una forma de tenerla bajo su control:
Disponibilidad inmediata, control de salidas. Disponibilidad para viajar a cualquier hora o lugar. Y había muchas más reglas especiales que relataban cenas completamente innecesarias para su trabajo.
Simplemente no creía lo que leía.

—¿Qué? —susurró viéndolo a los ojos. —No puede hacer esto. —su corazón empezaba a detenerse de forma cruel para luego latir con fuerza. —Yo tengo un contrato con el señor Marcelo.

Su ahora jefe le sonrió sin ninguna intención de parecer amable.

—Cuando eras su secretaria, ya ese contrato no existe. —había dicho colocando un bolígrafo cerca del documento. —Es algo así como que te despidió y yo te contraté, ahora firma, rápido.

Punto débil © (Versión Corta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora