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–JungKook, hijo, debes despertarte. Es tarde.

Se escuchó una voz masculina adentrándose en la habitación oscura. Segunda mente abrió las cortinas y un poco las ventanas, el chico se revolvió en su cama quejumbroso se envolvió con las mantas por encima de su cabeza.

–JungKook, por favor.

El chico hizo caso omiso. Su padre suspiró, se acerco hasta el y depósito un suave beso en su cabeza por encima de las mantas. Eran mediados de los noventa.

Las calles de Seúl estaban cubiertas por una vasta niebla aquel otoño. JiHyung se encontraba en la cocina preparando el desayuno para su hijo.

JungKook era un chico especial. Había sido diagnóstico desde pequeño con un trastorno generalizado del desarrollo no especificado. Es una especie de enfermedad que afecta el poder socializar correctamente con las personas. Ya sea dificultando el desenvolvimiento verbal con otros o carecer de la habilidad de interactuar fácilmente con la gente. Todo en su cabeza se encontraba bien. No tenia ningún tipo de problema cognitivo. No era ni un genio ni un estúpido. Su cerebro era el de un niño normal. La persona más allegada a el, su padre, era con quien más palabras intercambiaban. Cualquier tipo de contacto humano que no fuera de él lo ponía nervioso.

Había sufrido un ataque de pánico en la escuela cuando era pequeño, los maestros y sus compañeros se asustaron mucho y no tenían idea de como contenerlo, no fue hasta que su padre llegó al establecimiento cuando finalmente logró calmarlo. Desde aquel día, él decidió que estudiaría en casa con una persona de confianza, sin exponerse a tanta gente a su alrededor que pudiera sofocarlo. Ningún especialista había sido capaz de decirle con precisión si Jungkook dejaría de ser así en algún momento de su vida. Pero su padre no perdía la esperanza.

Oyó los pasos de el chico bajando las escaleras y se volteó ocultado algo atrás de su espalda. El adolescente de dieciséis años entro a la cocina lentamente vistiendo su pijama a rayas, co n el cabello alborotado y frotando uno de sus ojos con su puño.

–Hola, mi Kookie. ¿Que tal dormiste?– Preguntó con un tono dulce mientras servía las cosas en la mesa. El chico sólo se encogió de hombros, sin ser grosero, y tomó asiento.

–Come antes de que se te enfríe.

Era jueves. JungKook tenia clases particulares en el living de su casa de lunes a jueves con una mujer muy agradable llamada JiHye. Ella era la instructora de JungKook desde varios años, estaba acostumbrada a su comportamiento y ella podía confiar en esta. Los viernes tenía cita con su psicóloga. No pasaba tanto tiempo con esa mujer como lo hacía con JiHye. No habían formado un vínculo afectuoso con ellas, entonces su conversación era más reducida.  Los sábados eran los días libres. Su padre no le exigía absolutamente nada los sábados. Podía dormir hasta la hora que quisiera e invertir su tiempo como le diera la gana. Los domingos eran los menos favoritos de JungKook. Su familia se reunía en casa de sus abuelos a almorzar juntos. Iban sus tíos y primos y el tenía que soportar ese contacto humano durante un par de interminables horas. Los jueves tenía clases de matemáticas. Odiaba las matemáticas. No era malo en ellas, simplemente no eran de su agrado y JiHyung lo sabia perfectamente. Entonces siempre buscaba la forma de compensarlo, ya sea con su comida favorita o algún presente.

–JungKook.– Llamó suavemente haciendo que el aludido dejara de comer y se fijara en el.

–Tengo algo para ti.– Pero el chico, como la mayor parte del tiempo, tenia una mirada inexpresiva. El hombre sacó sus brazos de atrás de su espalda y le mostró que en sus manos sostenía un libro que JungKook quería. Se lo tendió y él lo tomó observándolo detenidamente, admirando cada detalle, como con cada regalo que su padre le obsequiaba.

–Es el que querías ¿Verdad?

El asintió sin dejar de ver el objeto.

–¿No hay nada que quieras decirme?

JungKook dejó de observar el libro para verlo a los ojos y luego de unos segundos finalmente le dijo un simple 'gracias' con una muy diminuta sonrisa. Su padre sonrió ampliamente. JungKook habla poco, entonces cada vez que lo hacía el se sentía inmensamente feliz.

–Bien, iré a hacer las compras, esfuerzate en la clase de hoy y tal vez cocine algo delicioso sólo para ti.

El joven sólo se limitó a asentir mantenido aquella pequeña sonrisa, mientras veía a su padre retirarse de la cocina.

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Hola, ¿como están? Espero que bastante bien.

Bueno, este es el primer fanfic que público, den le la bienvenida a 'El chico de la librería' espero que les guste y le den mucho amor.

Cuidense mucho.

Se les quiere.

795 palabras.

El chico de la librería.  ❬TaeKook❭Donde viven las historias. Descúbrelo ahora